Este 6 de marzo se cumple el 91 aniversario del natalicio del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. Alcanzó la inmortalidad en 1967, hace un poco más de cincuenta años, con una obra hasta entonces imposible: Cien años de Soledad.
Hace cincuenta años el mundo descubrió la literatura latinoamericana, las voces de diversos autores encontraron eco en las diferentes editoriales que fueron creyendo en ellos y dieron vida al llamado “Boom” Hispanoamericano.
Gabo falleció el 17 de abril de 2014. Fue despedido con mariposas amarillas / Foto: noticaribe.com.mx
El mundo nunca más fue el mismo. De aquella generación de autores latinoamericanos, podemos mencionar a Julio Cortázar, Carlos Fuentes, José Donoso y a dos premios Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez.
La mayoría de ellos vagaban por el mundo, el famoso mayo parisino aún no había sucedido. El mundo era una bisagra entre el pensamiento conservador y el liberal. Pero las historias nacían de aquellas plumas con tanta destreza y originalidad qué asombraban al mundo.
De todos los autores mencionados anteriormente, quizás fue García Márquez quien dejó una huella y un parteaguas en el mundo de las letras, con una novela que habla de todo y no habla de nada, Cien años de soledad.
Cien años de soledad es la novela símbolo de García Márquez, es la obra prima de una gran colección de historias y cuentos que nos llevan a pasear por la geografía colombiana.
El gigante de Internet, Google, le rinde homenaje hoy al escritor colombiano / Foto: Google
Hablar de esta novela qué ha cumplido ya 50 años de haber sido publicada, significa hablar de la narrativa que marcó una clara diferencia entre esta autor y el resto. Nació con esta novela el mito de Macondo.
El pueblo ficticio fue fundado por los Buendía, dinastía que cuenta su historia por medio de las letras de Gabo en donde se logra la unificación de tradiciones latinoamericanas que deleitan al lector, un repaso por el pequeño pueblo de Macondo, es el repaso a la historia latinoamericana.
No es una novela tan emotiva como El amor en tiempos del cólera, pero es una novela tan compleja y completa que nos narra los deseos y tristezas de una familia, un pueblo; un lugar atemporal y fuera de lugar que se vuelve inmortal en el tormentoso final.
Melquiades parece ser ese espíritu precolombino que se niega a morir y que con el sincretismo sigue emanando la sabiduría de los pueblos y demarcando el futuro. Un juego extraordinario de García Márquez al hacerlo gitano, gitano eterno que viene y va en el tiempo y se convierte en el alma de Macondo, los Buendía son la sangre.
Desde las guerras entre conservadores y liberales, hasta la llegada de las compañías fruteras estadounidenses qué a inicios del siglo XX invadieron las tierras de nuestros países y que marcaron los destinos de varios de ellos (Guatemala en 1954).
Existe un antes y un después de la publicación de esta novela. Desde la única visita de García Márquez a Buenos Aíres, ciudad que nunca más volvería a visitar, inmediatamente después de la publicación de esta historia.
La historia de los Buendía y Macondo es un referente cultural de importancia total en nuestros países latinoamericanos. Se debe recordar que el Nobel colombiano, en su discurso de aceptación del premio en 1982 fue un epilogo magistral a su mejor historia.
https://www.youtube.com/watch?v=BWKQxvf3hgw
La narrativa de García Márquez se puede resumir en tres obras: El coronel no tiene quien le escriba, El amor en los tiempos del cólera y cien años de soledad.
La importancia de Macondo para las letras es de valor incalculable, junto a la Cómala de Rulfo, son los dos pueblos ficticios que enmarcan las historias magistrales de las letras latinoamericanas.
Primero fue la Rayuela de Cortázar, luego La región más transparente de Fuentes, surgiría después La ciudad y los perros de Vargas Llosa y la ultima en aparecer para culminar la primera ola del Boom fue Cien años de soledad de García Márquez.
Cincuenta años después, al leer las hojas de esta extraordinaria ficción de García Márquez, solo nos queda levantar la vista al cielo y esperar la lluvia de florecillas amarillas.
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