Si hay algo que siempre me ha molestado de la literatura guatemalteca actual, es la sobreexplotación de la poesía, lo que se traduce en poca narrativa publicada. Además de eso, esta poca narrativa es casi siempre sobre los mismos temas y en los mismos géneros, aunque no voy a explayarme tanto en ese asunto, ya que mi propósito es hablar de una obra que creo puede ayudar a cambiar un poco esta percepción.
La obra en cuestión es la novela “Si Dios me quita la vida”, escrita por el Premio Nacional de Literatura, Francisco Alejandro Méndez. Esta sería la tercera entrega en una serie de novelas negras protagonizadas por Wenceslao Pérez Chanán, un inspector de policía originario de Zacapa, pero que trabaja resolviendo crímenes en la Ciudad de Guatemala. Chanán sería una especie de adaptación guatemalteca de la figura del detective que ha rondado la literatura, casi siempre desde la incepción de la novela de misterio, aunque resulta una persona mucho más distinta en comparación con Sherlock Holmes o Philip Marlowe.
Francisco Méndez trata de mostrarnos que ocurriría con el arquetipo de detective en un mundo sin justicia como el que rodea a nuestra Guatemala. Probablemente nos imaginaríamos una historia totalmente cruda y con una sensación de rechazo a la justicia que vendría a darnos una idea parecida a la que se miraba en las películas de Harry el sucio. Es curioso mencionar al personaje de Clint Eastwood, pues en la misma novela Chanán hace referencia al famoso detective cinematográfico y detalla lo que lo diferencia de él. Chanán se muestra mucho más humano, nada propenso a la violencia, un ser de justicia en un mundo que carece de ella.
La novela hace un buen uso de un momento histórico en nuestra nación, así como uno de los más trágicos. La narrativa empieza con una excelente representación de la funesta estampida humana que acabó con muchas vidas en el estadio Doroteo Guamuch Flores, mientras se celebraba un partido de la selección nacional contra Costa Rica. Esta dolorosa escena muestra la piedad de los guatemaltecos y como en este país solemos reaccionar a situaciones que parecen imposibles. Toda esta primera sección del libro es una antesala a una historia que tendrá un ritmo acelerado y que no nos soltará hasta que la terminemos.
La trama en sí, narra la historia de otra masacre. Una familia adinerada es asesinada de manera brutal en su casa. La puesta en escena que dejan los asesinos es macabra y recuerda mucho a la desgarradora matanza que nos presentó Truman Capote en “A sangre fría”. De allí la narrativa nos muestra los tejes y manejes de la policía y el esfuerzo de un grupo de hombres honrados por resolver el crimen. En poco más de cien páginas esta novela nos muestra un microcosmos que muchos ignoramos, llenando su aparente corta duración con más vueltas de tuerca y emoción que rara vez vemos en otros libros. Y este quizás sea el único problema de esta narración, que a veces ciertas acciones resultan convenientes al querer mantener su ritmo acelerado. Sin embargo, esta es una queja menor y no afecta en nada su calidad.
La nueva obra de Francisco Méndez no decepciona. Acepto incluso que me gustó más que su anterior novela “Saga de libélulas”, aunque no sé si el autor estará de acuerdo con esa afirmación. Sea como fuere, esta obra es muy buena para pasar un buen rato leyendo. Espero que no la dejen pasar y apoyemos a su autor.
Nos seguimos leyendo.