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QUETZALTENANGO
Diario de Los Altos

Tacita de Plata

¿EXISTÍA UNA MANUAL DE CACERÍA PARA BRUJAS INDÍGENAS? 

 

La respuesta es sí. Al mundo indígena y al prehispánico lo divide la grieta de la conquista. No sólo se perdió ahí la mayoría de creencias de vida y cultura sino que, entre otros sincretismos imprecisos, se adoptaron formas de continuar la existencia lejos de un origen. Diría José Vasconcelos, “la derrota nos ha traído la confusión de los valores y conceptos”.

 

Con el Tratado de hechicerías y sortilegios, escrito por fray Andrés de Olmos en 1553, importantes conocimientos de la cultura indígena se señalaron como satánicos. Este tratado es el eco de las desconfianzas de los foráneos en tierras indómitas; la prueba de que el asombro, más allá de revelarnos belleza, proyecta los miedos de la mente humana; lo que no se conoce.

 

Mediante este manual que advierte “avisa y no emponzoña” religiosos e inquisidores aprendían sobre las herejías que debían extirparse de la Nueva España, a unos treinta años de terminada la conquista. Su autor, Andrés de Olmos, escribe en el prólogo de este libro que se trata de un extracto y adecuación al caso indígena desde el Tratado muy sótil y bien fundado de las Supersticiones y Hechicerías y Vanos Conjuros y Abusiones; y otras cosas al caso tocantes y de la posibilidad e remedio dellas, un manual de hechicería creado en 1527, en España, por fray Martín Castañega ?predicador del Santo Oficio?, para combatir la brujería de occidente.

 

Conviene reconocer la ignorancia que inquietaba al conquistador, pues ésta provenía justamente de la experiencia con lo brujo, que llevó a la Europa medieval a crear órdenes como la Santa Inquisición, pero que sin duda se pervirtió con el ultraje del poder eclesiástico. A raíz de esta experiencia histórica, existían nulas posibilidades de que las creencias prehispánicas perduraran en su estado natural. Y al reconocerse como verdaderas promotoras del diablo, de lo satánico, lo perverso y de la cisma de occidente sin prueba alguna, no tardaron en condenar a los indígenas como a las brujas: quemados en la hoguera y, como acto piadoso, cortándoles la cabeza.

Se utilizó un manual de hechicería basado en el original que sentenció a muerte a miles de personas en Europa, y esta vez lo hizo también en América. El Tratado de hechicerías y sortilegios fue escrito en nahuatl, a entendimiento del indio para que reconociera sus labores diabólicas. Dentro de él se redactaban algunas “experiencias” del mismo Olmos donde había hecho de testigo sobre invocaciones al diablo ?”yn tlacatecolotl”, el hombre-buho o tecolote, como lo llama él.

 

Se halla ahí también, una acentuada teoría y práctica demonológica; según estudios recabados por Victoria Ríos Castaño: en los once capítulos primeros se habla sobre el poder de algunos indígenas naguales para trasmutarse en animales o energías de fuego, y de los sacrificios que se congregaban en las ceremonias. Los trece capítulos restantes hablan sobre otros poderes de los hechiceros, que muy negativamente se les atribuyen a la magia negra como meros hechizos y conjuros de tempestades. Culmina con algunos “remedios católicos”, ya encontrados en el manual de hechizos de Castañega, para combatir los engaños de Satanás.

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