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Diario de Los Altos

La Catorce

MEDIOS DE COMUNICACIÓN DISTORSIONAN IMAGEN DEL OPUS DEI

A diferencia de los retratos amenazantes que hacen los críticos del Opus Dei, San Josemaría Escrivá fundó «la Obra» para ayudar a las personas a ser «contemplativas en medio del mundo», santificando su vida y su trabajo diarios.

A finales de julio, The Guardian publicó un artículo destinado a desprestigiar a Kevin Roberts, presidente de la Fundación Heritage, por su asociación con el Opus Dei, una Prelatura personal de la Iglesia Católica.

El artículo se esforzaba en presentar al Opus Dei bajo una luz ominosa. Describía al grupo como «un proyecto político envuelto en un velo de espiritualidad»; sacaba de contexto una cita del fundador del grupo, San Josemaría Escrivá, sobre los miembros que formaban una «milicia naciente», como si estuviera hablando de una milicia física y no espiritual; y tachaba al Opus Dei de «radical»: lo cual, por supuesto, es cierto, sólo que no por las razones que The Guardian piensa.

Sin duda, el autor pretendía evocar imágenes de monjes encapuchados corriendo por túneles subterráneos iluminados con antorchas, como en El Código Da Vinci. Este antiguo bulo anticatólico —que los católicos son una secta secreta empeñada en dominar el mundo— se esgrimió para desacreditar a Roberts.

Pero esto sólo me hizo pensar en mi amigo Joel, un supernumerario del Opus Dei que me introdujo en el grupo hace cuatro años.

Joel es, como se suele decir, un personaje.

Tiene más amigos que la mayoría de la gente, hace amigos con facilidad. Es un orgulloso mexicano-estadounidense que guarda un alijo de tequila fino en el maletero de su coche por si se cruza una fiesta. Es un hombre de negocios de éxito y padre de dos niños pequeños. Por estas y otras bendiciones, Joel reflexivamente da crédito a Jesús, María y «la Obra de Dios», las palabras usadas por San Josemaría para describir el Opus Dei.

No es ni «tradi», ni progresista, ni forma parte de ningún otro subconjunto ideológico católico. Está loco por el equipo de fútbol americano de la Universidad del Sur de California y me invitó a su boda el primer día que nos conocimos. Unos años más tarde, organizó mi propia despedida de soltero.

Terminé de leer el artículo de The Guardian pensando en Joel por dos razones.

La primera es que su vida —y las vidas de todos los demás que he conocido involucrados en «la Obra»— echa por tierra tales caricaturas del Opus Dei.

La segunda es que una iniciativa educativa que Joel ayudó a fundar “las Escuelas Camino en Tustin, California”, estaba mencionada en el artículo. Roberts había dado un discurso en la escuela cristiana clásica en 2023, y el autor utilizó esto para vincular a Roberts con el Opus Dei. El problema, sin embargo, es que el único «vínculo» de las Escuelas Camino con el Opus Dei es que se inspiran en las enseñanzas de San Josemaría. No hay ninguna afiliación oficial con el grupo, sólo con mi amigo Joel y los otros padres jóvenes con los que «conspiró» para empezar la escuela hace cuatro años.

Pero esto es sólo el principio de lo que el artículo de The Guardian dice erróneamente sobre «la Obra» y lo que podría significar la conexión de Roberts con ella.

Roberts, por supuesto, ha sido objeto de escrutinio en el último año por su gestión del «Proyecto 2025» de Heritage, que es una colección de 900 páginas de recomendaciones políticas de académicos conservadores para una hipotética toma de posesión republicana de la Casa Blanca a principios del próximo año.

El Partido Demócrata ha hecho hincapié en la conexión del proyecto con Donald Trump en sus mensajes de campaña, a pesar de que él lo ha desautorizado en repetidas ocasiones, llegando incluso a calificarlo de «pésimo».

El artículo de The Guardian, que incluye comentarios del historiador católico y comentarista de Commonweal Massimo Faggioli, se esfuerza por hacer que todos los puntos vagamente relacionados conecten.

«Son reservados», señala Faggioli sobre el Opus Dei. «Así que, aunque no formen parte [externamente] de este [Proyecto 2025] per se, no sorprende para nada que algunos de sus miembros formen parte de él. Ven este momento en la política —y la posibilidad de permitir que gane la ‘ideología woke’— como un cambio fundamental en la naturaleza de Estados Unidos, la civilización occidental y el cristianismo».

Esto es, por supuesto, probablemente cierto, al menos para los miembros políticamente más conservadores del Opus Dei. El problema, sin embargo, es que todos los que se autodenominan conservadores en el hemisferio occidental compartirían esta opinión. No es un sentimiento exclusivo del Opus Dei o del Proyecto 2025; de hecho, es una posición conservadora mayoritaria oponerse a la «ideología woke» y a cualquier cosa que pueda cambiar la naturaleza de la civilización occidental o del cristianismo.

Esto no es un secreto, ni ninguno de los implicados es «reservado» al respecto. El comentario de Faggioli da a los lectores la impresión de que algo siniestro está en marcha, pero su sustancia está vacía.

El artículo también cita al periodista financiero Gareth Gore, autor de un libro de próxima publicación sobre el Opus Dei.

«Al igual que el Proyecto 2025, el Opus Dei es en el fondo una postura reaccionaria contra la deriva progresista de la sociedad», opina Gore. «Desde hace décadas, la organización ha volcado sus recursos en penetrar en la élite política y jurídica de Washington, y finalmente parece haberlo conseguido gracias a su estrecha asociación con hombres como Kevin Roberts», agregó.

Al igual que los comentarios de Faggioli, esta «acusación» es extraña, en el sentido de que no tiene nada de extraordinario. ¿Acaso no es habitual que instituciones de todo tipo consigan el favor de Washington? ¿Por qué sólo es nefasto cuando lo hacen los católicos?

Es igualmente normal que cualquier grupo conservador —desde la Cámara de Comercio local hasta cualquier número de organizaciones provida— se oponga a «la deriva progresista de la sociedad». No se trata tanto de una acusación dañina sino de una definición del conservadurismo en su forma más básica.

Gore procedió también a «acusar» a San Josemaría de querer que sus seguidores «entraran en batalla contra los enemigos de Cristo», como si esto no representara a la corriente principal del cristianismo. Las parroquias católicas de todas las tendencias recitan la «Oración de San Miguel» al final de la Misa, que utiliza el mismo tipo de lenguaje. Al igual que Faggioli, la crítica de Gore equivale a una «nothingburguer» [insignificante, banal].

Si The Guardian se hubiera esforzado por informar a su audiencia sobre la verdadera naturaleza del Opus Dei, podría haber explicado su llamado, descrito por la Congregación de Obispos del Vaticano en 1982, para que los miembros «insistan en el valor santificador del trabajo ordinario; es decir, en la obligación de santificar el trabajo, de santificarse en el trabajo».

Podría haber explicado el deseo de San Josemaría Escrivá de que los miembros se convirtieran en «contemplativos en medio del mundo», acercándose a Dios a través de la dignidad y la finalidad de su trabajo.

Podría haber explicado la centralidad de la devoción del grupo a María, porque, como San Josemaría escribió una vez: «El principio del camino, al final del cual te encontrarás completamente llevado por el amor a Jesús, es un amor confiado a María».

O simplemente podría haber preguntado a mi amigo Joel sobre el Opus Dei, en lugar de calumniar a su escuela. Supongo que, como mínimo, habrían disfrutado de su compañía.

Nota del editor: Peter Laffin es redactor del National Catholic Register y colaborador en el Washington Examiner. Ha publicado artículos en The Catholic Herald, The Catholic Thing y RealClearPolitics. Las opiniones expresadas en este comentario corresponden exclusivamente a su autor. Laffin está en proceso de unirse al Opus Dei.

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