ENVEJECIMIENTO DE LA ESTRUCTURA DE LA PIEL
CÓMO ENVEJECE LA ESTRUCTURA DE LA PIEL
El envejecimiento de la piel es un proceso complejo que involucra tanto factores internos (intrínsecos) como externos (extrínsecos). Este fenómeno afecta cada una de las capas de la piel, manifestándose de diferentes maneras en la estructura epidérmica, dérmica y subdérmica.
CAPAS EPIDÉRMICAS
Cambios:Con el tiempo, la renovación celular se vuelve más lenta y la producción de lípidos disminuye.
Signos externos:La piel se vuelve más áspera y seca, aparecen líneas finas y arrugas, y aumenta la sensibilidad a la luz UV. Además, el proceso de curación se vuelve menos eficiente, incrementando la propensión a infecciones.
CAPAS DÉRMICAS
Cambios: Anualmente, el colágeno disminuye en un 1%, al igual que los niveles de elastina. También se reduce el flujo sanguíneo.
Signos externos:La piel pierde elasticidad, se daña con mayor facilidad, y es más propensa a desarrollar arrugas y perder densidad y luminosidad.
CAPAS SUBDÉRMICAS
Cambios: Disminuyen el tamaño y el número de células adiposas, así como la capacidad de diferenciación.
Signos externos:Se observa una pérdida de volumen, con arrugas más profundas y mejillas hundidas, junto con problemas de cicatrización de heridas.
SOLUCIONES PARA PREVENIR EL ENVEJECIMIENTO PREMATURO
Aunque el envejecimiento es inevitable, es posible mitigar sus signos visibles revisando ciertos aspectos del estilo de vida. Los factores externos pueden desencadenar la liberación de radicales libres en el organismo, lo que acelera el envejecimiento a través del estrés oxidativo.
Evitando la exposición extensa al sol
La exposición prolongada y diaria al sol provoca fotoenvejecimiento, un proceso acelerado por el estrés oxidativo. Utilizar protección solar constantemente es crucial, ya que el 80% del envejecimiento prematuro de la piel se debe a los rayos UV.
A pesar de que la piel puede protegerse a sí misma mediante el bronceado y el engrosamiento de la epidermis, estos mecanismos tienen un límite. Una vez superado, se produce un daño permanente y se acelera el envejecimiento.
La exposición continua al sol, incluso en invierno, expone la piel a radiación UV nociva, lo que puede llevar a bronceado, quemaduras, pigmentación desigual, envejecimiento prematuro y, en casos extremos, cáncer de piel. Por ello, una estrategia comprometida de protección solar, con productos adecuados de FPS según el tipo de piel y la intensidad del sol, es esencial para minimizar los efectos dañinos del sol.