El Real Madrid más denso se rompe por el centro del campo y hay un jugador señalado. El juego del Madrid es lento, previsible e inconexo por la escasa aportación del poderoso pivote francés. Tchouaméni es invisible en la sala de máquinas. No elabora ni rompe líneas.
l problema futbolístico del Real Madrid está detectado con la escasa participación de Tchouaméni para darle salida al balón desde la defensa y una indecisión incomprensible para romper líneas. Le falta movilidad y agresividad para leer lo que necesita el equipo en una posición estratégica. Le sobra la lentitud que penaliza a un equipo inconexo, previsible y vulnerable en la sala de máquinas. El problema se agrava con la lesión que sufre en el pie izquierdo y le obliga a dejar la concentración de Francia para regresar a Madrid. Tiene que pasar revisión con los médicos del club blanco. Tchouaméni recae de una lesión que la pasada temporada le impidió jugar 16 partidos entre el Real Madrid y la Selección francesa.
El primer balance del Real Madrid en el arranque de la temporada constata que tiene dificultades para generar fútbol. El equipo no controla los partidos, tiene problemas de equilibrio, solidez y el ritmo de juego es lento. La conclusión es clara: el Real Madrid está espeso, hay nostalgia de Kroos y Ancelotti ha introducido diferentes combinaciones para mezclar a Tchouaméni y Fede Valverde con Arda Güler, Modric y Ceballos.
El plan inicial para construir un centro del campo sin Kroos pasa porque se complementen Tchouaméni, Fede Valverde y Bellingham. El inglés es la esperanza para hacer compacto el bloque, como anhela Ancelotti, y dotarle de más intensidad y profundidad al juego. No hay un jugador de las características de Kroos, pero con Bellingham existe la sensación de que puede ser la correa de distribución con los tres de arriba.
Rodrygo, Vinícius y Mbappé están en periodo de adaptación, de conocer cómo tienen que moverse en el campo, ocupar los espacios y asociarse. No lo consiguen, como se volvió a ver en una mala primera parte contra el Betis. Otro primer tiempo plomizo de los del centro del campo en el que destacó la verticalidad y fuerza de Fede Valverde. El uruguayo corre de arriba a abajo, de un lado a otro para tapar huecos, darle salida al balón desde atrás, velocidad a las acciones y claridad en el último pase.
Lo consiguió con la asistencia de tacón en el primer gol de Mbappé en la Liga. Está fenomenal y es de resaltar el esfuerzo que hace el uruguayo en este inicio de la temporada por multiplicarse en el campo. Las palizas de Valverde son lo más destacado del juego irregular del Real Madrid en los primeros cinco partidos de la temporada hasta el parón. Lo que falta es continuidad en el juego, como reconoció Ancelotti tras el partido contra el Betis, y las miradas apuntan a Tchouaméni.
Invisible en la salida del balón.
El francés sigue sin dar el paso adelante en el Real Madrid. Tchouaméni ya lleva un tiempo para que se haya dado cuenta de que es un jugador clave en el sistema, que le toca producir juego, estar afinado en la salida del balón desde atrás, dar ritmo, verticalidad y claridad. Contra el Betis se vio algo de mejoría. A cuenta gotas. Poco para la fuerte apuesta que hizo el club, lo que reclama el entrenador y un equipo que abusa de los balones largos de Militao a Mbappé para que el delantero cace ocasiones.
De esto está viviendo el juego de ataque del Real Madrid. De pelotazos a Mbappé, las galopadas de Fede Valverde y los intentos de Vinícius y Rodrygo por conectar con Mbappé por el costado izquierdo. El Real Madrid es un embudo en ataque por la ausencia de creatividad, valentía y jerarquía en el centro del campo de Tchouaméni.
Fede Valverde puede hacer muchas cosas bien en defensa y en ataque. Es el jugador más completo de la plantilla. Presiona con agresividad arriba, recupera balones, corre para atrás en el repliegue, arranca en las transiciones, da asistencias de tacón y lleva dos goles (Atalanta y Valladolid). Al bloque, palabra fundamental para el entrenador, se le empezaron a ver las costuras en el primer partido sin Kroos en Varsovia y se agravó con las lesiones de Camavinga y, principalmente, la de Bellingham. Ahora se suma la de Ceballos, con una lesión para dos meses. Sufre un esguince de grado III en el tobillo derecho con afectación de los ligamentos.
A Tchouaméni le hace falta el alma con el que juega Fede Valverde para gobernar los partidos desde la posición de pivote como creador y destructor. Vino al Real Madrid para sustituir a Casemiro, le costó adaptarse a la exigencia, lo que no sucedió con Camavinga y Bellingham. Ambos tuvieron un rendimiento inmediato. Con la competencia en el centro del campo y las necesidades defensivas por las lesiones de Militao y Rüdiger, Ancelotti le encontró acomodo como central de urgencia la pasada temporada.
Tchouaméni va bien por arriba, contundente en los duelos aéreos, y flojea por abajo, denso en la distribución de los balones. Ha jugado los cinco partidos completos de este inicio de la temporada, menos la última media hora en Mallorca. Cinco partidos, tantos minutos y la confianza de Ancelotti tendrían que dar para que se le viera su mejor versión. No la dio en la Eurocopa con Francia y el Real Madrid no se puede permitir que juegue al trote.
Las explicaciones de Ancelotti son peregrinas cuando dice que el francés es un pivote defensivo insustituible y la realidad dice que el mejor Tchouaméni, el que brilló en el Mónaco y por lo que le fichó el Real Madrid, tenía a Fofana a su lado. Un mediocentro que le liberaba y le permitía crecer en ataque.