Enemigo del trabajo, eterno gruñón y el blanco fijo de las iras de doña Florinda… ¿Quién no recuerda al querido de don Ramón? En agosto se cumplirán 25 años desde que Ramón Valdés, el hombre que dio vida al flojo padre de la Chilindrina, partió de este mundo.
En agosto de 1988, Valdés murió víctima de un cáncer de estómago, su adicción a fumar, incluso en el set de grabación, le había cobrado una cara factura. Tenía 64 años al momento de su deceso, de los cuales 7 años los dedicó a convertirse en don Ramón, uno de los más queridos personajes El Chavo del 8 , de Roberto Gómez Bolaños.
Además, con Chespirito a su mando, el Monchito de El Chavo del 8 no fue el único papel que lo popularizó, pues también hizo de las suyas en El Chapulín Colorado , Los caquitos y el El doctor Chapatín .
Como el ladronzuelo del Peterete, Valdés caminó al ritmo de la Pantera Rosa, robó tesoros como el Pirata Alma Negra; siendo el Rasca Buches atemorizó en el Viejo Oeste y como Tripa Seca fue hasta un torpe y ‘temido’ gánster.
Siendo siempre un personaje secundario, fueron muchas las risas que Valdés sacó a generaciones, ganándose un puesto entre los comediantes más conocidos de la televisión latinoamericana. Pero, ¿quién fue el hombre detrás de don Ramón? ¿De dónde brotó su éxito?
El 2 de setiembre de 1924, Ramón Valdés nació en la ciudad de México; por su cuerpo corría una vena que vibraba por la actuación.
Para muestra un botón: Ramón fue hermano del famoso cantante y comediante mexicano Germán Tin Tán Valdés, así como de Manuel el Loco Valdés, expareja de la actriz Verónica Castro y padre del cantante Cristian Castro.
De hecho, no fue en la televisión donde Ramón Valdés comenzó a descollar en la actuación, sino más bien en el cine. En la pantalla grande, sin brillar nunca, se convirtió en protagonista de la llamada Época de Oro del cine mexicano.
“Ramón tenía una gran naturalidad y era su fuerte. Él era como era. Yo creo que si le hubieran preguntado, él hubiera dicho que nunca actuó. Cualquier papel le calzaba y en todos ellos uno podía reconocerlo. En El Chavo del 8 le pasó lo mismo”, explicó Gonzalo Montero, de MibutacaVip.com.
Valdés actuó en más de 60 películas mexicanas. Su primera interpretación fue en Las calabacitas tiernas de 1949, donde hizo un papel secundario al lado de su hermano Tin Tán , con quien haría yunta la mayoría de veces en la pantalla grande.
“El problema de Ramón es que siempre estuvo a la sombra de Tin Tán , quien era el más empunchado y metódico de los hermanos. Ramón era todo lo contrario, le faltaba disciplina para ser estelar, era conformista con su trabajo. Con estar económicamente bien, no importaba”, agregó Montero.
Además, Valdés, quien se casó tres veces y tuvo 10 hijos, actuó junto a Pedro Infante en cintas como La vida no vale nada (1955) y con Cantinflas en cintas como El profe (1970).
En la tele. Fue en 1968 cuando Chespirito convocó a Valdés a formar parte de su nuevo proyecto televisivo: se llamaba Los Supergenios de la mesa cuadrada , programa que luego se transformó en Chespirito .
Actores como Rubén Aguirre (el conocido Profesor Girafales) y María Antonieta de las Nieves (la Chilindrina), acompañaron a Valdés en esa aventura, que significó el paso anterior a El Chavo del 8 (1971).
Así nació don Ramón, el que le huía al señor Barriga (Édgar Vivar) para no pagarle la renta y a “la vieja chancluda”, Doña Florinda (Florinda Meza), para que no le reventara la cara a cachetadas.
Aunque Kiko (Carlos Villagrón), la Chilindira y el mismo Chavo lo sacaran de quicio, el holgazán de don Ramón era un hombre de buen corazón, que tragaba grueso cuando algo lo conmovía.
“Valdés destacó porque era el mejor actor de todos ellos. Su humor era gestual, verbal y dinámico. Con pequeños miradas reflejaba el cariño de su mundo interno. Era excesivamente emocional”, dijo José Mairena, crítico de televisión.
“Con los niños mostraba un vínculo. Les daba coscorrones, pero hay que recordar que en esa época era una acción correctiva. Él no era agresor, pues nunca respondía a las cachetadas de doña Florinda. Además, nunca le pagó al señor Barriga, pero de vez en cuando sí le daba algo a los niños”, agregó Mairena.
Esa mezcla de hombre alérgico al trabajo, con ataques de histeria y episodios de sensibilidad, conquistaron a la audiencia. En definitiva, Ramón Valdés se hizo popular y fue en la pantalla chica donde dejó de estar a la sombra de Tin Tán .
“Definitivamente, El Chavo del 8 sin don Ramón no hubiera sido lo mismo. Él era mejor actor que el mismo Gómez Bolaños. Pero es que su papel no le costaba nada, así era él”, expresó Montero.
Salida y enfermedad. Un día cualquiera en la vecindad de El Chavo del 8, Don Ramón decide irse a rodar tierras para buscar fortuna. Así justificó la producción la salida de Valdés del famoso y aclamado programa.
En 1979, por supuestos desacuerdos salariales y diferencias entre él y la esposa de Chespirito (Florinda Meza), habría ocasionado la renuncia de Valdés al popular programa.
Aún así, en 1981 Valdés regresó con Chespirito. Volvería a hacer casi todos sus personajes menos el Peterete, pues el nuevo compañero del Chómpiras en Los caquitos era ahora el Botija (Carlos Vivar).
Sin embargo, en 1982 Valdés volvió a cortar con Chespirito y ahora definitivamente. Partió junto a Carlos Villagrán a Venezuela –quien también renunció a la serie–, donde actuaron en un circo y en una serie llamada Federrico .
Ya para esa altura a Valdés se le había diagnosticado cáncer, y debido a la baja audiencia de Federrico , el programa no prosperó. En 1987 retornó nuevamente a México y junto a Villagrán lo intentaron de nuevo con el ¡Ah, qué Kiko!.
Este fue su último show en la televisión, pues el cáncer lo estaba acabando.
“Él fue operado, se le redujo al estómago a la mitad para quitar el cáncer. Lo que pasa es que el cáncer se le pasó a la columna vertebral y ahí acabó todo”, narró Esteban Valdés, hijo del comediante al programa La historia detrás del mito , d e TV Azteca.
Fuertes dolores físicos acompañaron la muerte de Monchito , “el ro, ro” de la Bruja del 71 (Angelines Fernández). Estando en Lima, Perú, el actor vio empeorar drásticamente su enfermedad para morir, finalmente, en su país natal.