Los primeros días del año 2022, se han caracterizado por una trágica racha de hechos de tránsito, los cuales han venido a enlutar a muchas familias, y también han causado una terrible secuela a personas que, en adelante, sufrirán discapacidades físicas y consigo la terrible consecuencia de afrontar gastos médicos, cambio de proyectos de vida, viudez, orfandad y tristeza.
Quienes leemos en las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales, hemos pasado del asombro, a la nefasta actitud de indiferencia. Y el asombro o enojo por las acciones abusivas y dementes de los responsables, quedan en el imaginario social hasta que son relevadas por otra noticia.
Sin embargo, bien cabe considerar que, pese a los terribles hechos donde se pueden observar cadáveres de seres humanos reducidos a objetos de estudio, evidencias o pruebas, y se termina olvidando a los responsables de causar tanto dolor.
Es necesario que cada una de las autoridades involucradas con el tema de tránsito, den cumplimiento a sus obligaciones, realizando acciones que se encuentran señaladas en los mandatos legales y por las cuales, dada su vinculación profesional, laboral o por función pública, se les ha designado. Deben cumplir con su obligación y no buscar excusas o señalar a otros.
Por su parte, la mayoría de los transportistas se han convertido en mercenarios de la muerte, ya que entregan a personas desconocidas armas letales de alto poder, como lo son los buses utilizados para el transporte colectivo, sin saber en realidad a quién entregan dicha responsabilidad. Esto debido a que cuando son cuestionados, quien fuera un piloto que normalmente se ha dado a la fuga, indican no saberlo, y en realidad lo que les interesa es que al final de la jornada estos entreguen la cuota acordada.
El problema de los hechos de tránsito, involucra varias esferas, en lo gubernamental que es la institución que tiene mayor responsabilidad dada su posesión de garante; el sector de transportistas y el particular. En el caso de los transportistas, es claro que no guardan ningún vínculo laboral con las personas a quienes les entregan los buses. Muchos de los pilotos, no tienen seguro social, vacaciones, ni las mínimas condiciones laborales, tales como el descanso, o un lugar digno para ingerir sus alimentos. En ese sentido, realizan los más barbaros abusos en contra de la población, no solo de los usuarios del transporte, sino de quienes se conducen por la vía pública. Abusan de la velocidad, sobrecargan las unidades, realizan cobros excesivos al precio del servicio, no tienen ninguna fiscalización del Estado que pueda verificar el ingreso y por lo tanto evaden impuestos. La mayoría de pilotos son individuos que no tienen el mínimo respeto por las personas, y quienes los ayudan, son igualmente personas sin respeto por los usuarios, sin cultura ni empatía.
¿Pero quién es el responsable de todo este desastre? En primer lugar, funcionarios indolentes, incapaces de ejercer los mandatos legales que les corresponden, además de los transportistas que “gánsterizan” el servicio de transporte, olvidando que únicamente tienen una concesión del Estado que deben cumplir dentro de los estándares de calidad y respeto al usuario.
En varias ciudades, el ingreso de autobuses extraurbanos a la zona urbana ha sido limitado, y cuando nos encontramos ante un escenario como el ocurrido en la ciudad de Quetzaltenango la semana pasada, se entiende la necesidad de regular ese tema. Las autoridades municipales deben ejercer un control estricto de qué unidades ingresan a su jurisdicción y quiénes son los pilotos, de tal manera que cuando ocurran hechos de tránsito pueda individualizarse inmediatamente al responsable.
La ciudad de Quetzaltenango se ha expandido económicamente, lo que ha dado lugar a que consigo llegue la prosperidad, sin embargo, sin un orden esa prosperidad se convierte en desgracia. En ese sentido, es momento de que las autoridades locales ejerzan su función con capacidad y liderazgo, privilegiando siempre y en todo momento el bienestar colectivo sobre los intereses particulares.
Es evidente el esfuerzo que las autoridades municipales se encuentran realizando por rescatar el ornato y la viabilidad de la ciudad, pero debe quedar muy claro que las calles no son pistas de carrera para los abusivos pilotos de buses o de vehículos particulares. Es momento de regular y ser estrictos para tener una ciudad segura para todos.
Si bien es cierto, los causantes de las tragedias de tránsito deben ser sometidos a las autoridades jurisdiccionales, también es indispensable que se realicen acciones de prevención de estos hechos; y el poder local es quién debe prevenir. Por tanto, desde el mantenimiento de una red de calles y vías en las que se transite seguro, que van desde que no existan baches, agujeros, obstáculos, con una adecuada iluminación, limpieza y seguridad para peatones y quienes se trasladan en vehículos, hasta tener debidamente registradas las empresas a quienes se les autoriza la movilización de sus unidades por determinadas rutas o calles de la ciudad, todo debe estar en norma y estricto cumplimiento. Incluso se debe propiciar la capacitación y sensibilización de los pilotos y transportistas, y sin duda alguna ejecutando la ley con firmeza y objetividad.
Lamentablemente, muchos de los ciudadanos hemos entrado en una etapa de deshumanización, puede ser que, como consecuencia de los nuevos currículos escolares, en los cuales fueron eliminadas las ciencias sociales, la urbanidad, la literatura el arte, las personas en una gran mayoría son irrespetuosos de la vida propia y de la de los demás. Cambiar la actitud de pilotos y transportistas es una tarea difícil, pero se puede lograr, haciendo un alto en el camino e iniciando nuevamente.
Es una tarea titánica, pero es necesario reiniciar las acciones, ya que la vida de las preciosas niñas y su padre, así como la de tantas inocentes víctimas de los hechos de tránsito, no deben pasar desapercibidas y así no sea en balde o se olviden como todo lo que ocurre en la actualidad nacional. Que esas sonrisas apagadas sean piedra angular para construir una ciudad más segura para todos por igual.