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QUETZALTENANGO
Diario de Los Altos

Altiplano

La obligación de reescribir la historia de un país

La historia siempre va a tener dos versiones para examinar, la oficial y la popular, por popular me refiero a la historia que es contada de boca en boca, aquella narración que nos permite explotar y hasta mitificar a los distintos personajes históricos o a los hechos que se viven, dándoles un tinte épico.

En Guatemala se vive una extraña mezcla de historia nacional, en donde las elites de la capital del país, dictan lo que se debe estudiar de la historia y privan a la provincia de sus héroes locales, para enaltecer figuras históricas que sirvan para su propósito de mantener un status quo.

Este ejercicio de practica centrada de poder, es palpable incluso hoy en nuestros, más aún cuando el pujante sector socialista de Guatemala intenta por todos los medios legales e ilegales tomar el país y cobrar venganza contra aquellos que integran las elites de Guatemala. Claro, esto siempre en la ciudad capital, afectando el desarrollo adecuado de un país que ha sobrevivido a gobiernos nefastos y catástrofes naturales.

Puede ser que en los párrafos anteriores de este discurso, puedan ustedes sentirse identificados con algunos rasgos que he mencionado, es la realidad de nuestra América Latina, aquella que magistralmente resumió García Márquez en “100 años de soledad”.

Mantener la ignorancia para ser el único plan de gobierno y política estatal que se ha mantenido vigente a lo largo de “199 años de existencia”, y si esto es a nivel nacional, en la ciudad más importante de la provincia, Quetzaltenango, es aun mucho más lamentable y deprimente, no hay una historia verdadera, una historia que realmente podamos tomar como referencia, gracias a la continua censura del centro del país.

El primer punto de debate en una confusa historia oficial, es la fundación de Quetzaltenango, ya que por tradición oral se conoce que se funda el domingo de pentecostés de 1524, por Pedro de Alvarado. Sin embargo, el paso del tiempo a permitido ir obteniendo apuntes históricos y documentación que nos permitan debatir dicho acontecimiento. Las propias autoridades altenses han esquivado por años el investigar a fondo y forma seria la fundación de la ciudad, pues se tiene miedo, pero es un miedo de que nos arrebaten el orgullo de ser la primera población fundada por los españoles en Guatemala.

Y es aquí en donde choca el conflicto de interés étnicos, la lucha eterna de Guatemala entre indígenas y mestizos (ladinos), en donde el lado ladino, dominador del poder centralizado en el país; ha logrado contar su historia y opacar la historia de las poblaciones indígenas, que se ha mantenido viva gracias a la resistencia de los pueblos y a la riqueza de sus tradicionales orales.

Para mayo de 1524, Pedro de Alvarado se encontraba camino a Cuscatlán, por lo que era imposible que él fundara la ciudad, además en julio de aquel año es fundada la ciudad de Santiago en la capital del señorío Cakchiquel. Por ende no pudo él fundar a Quetzaltenango.

De la conquista no se cuentan las atrocidades de los soldados españoles, las quemas de las capitales de los ki’che’s y de los cakchiqueles, en donde no solo calcinaron los edificios, también asesinaron a los habitantes; parecía ser en aquel momento una profecía de las políticas de “tierra arrasada” implementada por el gobierno de Guatemala en la década de los ochenta del siglo veinte.

Son datos iniciales que deben abrir el camino para redescubrir la historia verdadera de un país que, gracias a esa censura de su historia, no posee una identidad nacional, no posee un sentimiento de pertenencia. Por ello es obligación redescubrir la historia de cualquier nación latinoamericana para entender de mejor manera nuestro presente.

(1990). Cofundador de Diario de Los Altos. Reconocido dos veces por la Universidad Rafael Landivar con el premio Juan Fernando Cifuentes en prosa y Poesía. Autor Pesadillas de un Espantapájaros (Poesía, 2011); Canto Nocturno (Poesía y Cuento, 2018); Cuentos Embargados (2020, Cuento). Profesor en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco Marroquín.

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