El 6 de diciembre de 1523 el conquistador español Hernán Cortés, envía en su nombre y del rey de España a Pedro de Alvarado a conquistar las tierras al sur del imperio mexica.
Alvarado traía consigo ciento sesenta caballos, trescientos peones, ciento treinta ballesteros y escopeteros, incontables “indios auxiliares” (tlaxcaltecos, cholulas y mexicanos). Siguieron la ruta señalada, ruta comercial, pasando por el Soconusco y llegando a la región llamada Xetulul (Zapotitlán).
La batalla por Xelajú, según las palabras de Alvarado en sus diferentes cartas a Cortés, fue épica, al más puro estilo de las batallas de “el señor de los anillos”. Antes de llegar a Quetzaltenango, fueron sorprendidos por 4 mil hombres que hicieron replegar a los “indios auxiliares”, pero los castellanos sacaron pecho y lograron reorganizarse. En medio de esta reorganización viene lo épico de la narración.
“Más de treinta mil hombres (…) y plugo a Dios que allí unos llanos”. Aquel descomunal ejército fue vencido por la caballería castellana.
En esta épica y desproporcionada batalla murió, dice el conquistador, uno de los cuatro señores de Utatlán, que comandaba aquella descomunal tropa.
Los establecimientos educativos se reúnen en torno al pabellón nacional todos los 20 de febrero, para rememorar la resistencia del cacique K’iche’.
Después del estudio “La muerte de Tecún Umán”, la Sociedad de Geografía e Historia y el Ejército Nacional de Guatemala, determinaron que la batalla se luchó un 12 de febrero de 1524.
Respecto a la identidad de Tecún Umán, el historiador Jorge Lujan Muñoz menciona que Alvarado en ningún momento da un nombre, pero siguiendo la nómina de reyes del Popol Vuj, el cacique fallecido pudo haber sido Ahau-Cotuhé o el rey de la casa Ahau-Quiché llamado Vinao-Bam.
Las fuentes para analizar dicha batalla son muchas, desde las mismas cartas de Alvarado a Cortés, pasando por los “Títulos de Ixquín-Nehaib” (texto que narra poéticamente la batalla, mencionando que Tecún se hizo águila, alzó vuelo e intentó matar a Alvarado en singular combate). “La isagoge histórica apologética de Indias Occidentales y especial de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala de la orden de predicadores”. Fuentes que hablan de la misma historia de diversos puntos de vista.
Lo interesante es el hecho de que para Pedro de Alvarado, aquel cacique fallecido no tuvo la mayor importancia, de ser así lo hubiese relatado con exceso de detalles y de imaginación a Cortés en alguna de sus cartas.
Después de la batalla de los Llanos de Urbina, la conquista española de los suelos guatemaltecos fue un continuo derramamiento de sangre. El nacimiento de la división racial y el nacimiento posterior de las dos repúblicas.
Si buscamos en aquellos momentos la figura de un “héroe nacional”, quizás deba mencionarse más la rebelión de Kaibil Balam en las tierras de Zaculeu.
Aunque para buscar héroes podemos ver un listado rápido de la historia nacional y citar a personas como: Doctor Rodolfo Robles, Otto Rene Castillo, Oliverio Castañeda, Manuel Ayau, Miguel Ángel Asturias o cada una de las víctimas del conflicto. Dependerá de nosotros encontrar un panteón adecuado de héroes nacionales.
En un país que actualmente no se entiende aún como nación, la búsqueda de la identidad debe ser materia esencial para avanzar más y encontrarnos como guatemaltecos.