La libertad prometía tanto. Cuando Latinoamérica se liberó del yugo de la corona española, fue a costa de una lucha sangrienta. No solo se perdieron vidas, también se perdieron sueños. Aquellos mismos sueños que impulsaron a nuestros antepasados a pelear con esperanza, fueron el motor que los llevó a ganar batallas y, finalmente, la guerra.
Pero la realidad es que reconstruir un país no es tarea fácil. Especialmente después de haber sido saqueado, con un Estado cooptado y un sistema de vida esclavista que robaba hasta la forma de pensar. No hay un final feliz donde, tras la victoria, florezca una primavera dorada con estabilidad y desarrollo asegurado. La historia, como siempre, se repite, y parece que aún no hemos aprendido de ella.
Hoy veo el reflejo de aquel pueblo que, tras sufrir hambre y desesperación, luchó por crear una patria al final del sistema colonial. Y en esa lucha por la libertad y la justicia, encuentro paralelismos con la nueva primavera guatemalteca, una primavera que aún vive bajo la sombra de la incertidumbre y la constante psicosis, mientras la justicia sigue cooptada. Guatemala no ha vivido el realismo mágico que prometía un futuro sin hambre y de desarrollo, como soñaba Miguel Ángel Asturias. La decepción de hoy recuerda la frustración de los pueblos latinoamericanos cuando, tras librarse de la corona, no encontraron el bienestar esperado.
El pueblo debe entender que crear un país desde cero requiere mucho más que un presidente honrado y capaz. Se necesita de todos: de los empresarios, del sector agrícola, de todos los sectores, de cada uno de los 16 millones de guatemaltecos comprometidos con aportar su parte. Mientras más comprendamos que Guatemala es nuestra responsabilidad, más claro será que los servidores públicos son empleados que contratamos para ayudarnos a gestionar este país. La verdadera transformación comienza en cada barrio, en cada comunidad, en cada esfuerzo por mejorar nuestros espacios y recursos comunes.
El fracaso repetido en la construcción de una patria digna no es solo culpa de un mal gobierno. La tarea de reconstruir un país en ruinas es nuestra también. Se requiere de las manos de todos para levantarlo, porque Guatemala no podrá prosperar sin el trabajo conjunto y la dedicación de cada uno de nosotros.