Por los cambios en el poder posteriores a la Contrarrevolución en Guatemala, la literatura tuvo un golpe terrible, así como el resto de manifestaciones artísticas de la época. El miedo colectivo y la censura política generaban la persecución de grandes representantes del arte en el país, debido a que el nuevo régimen militarizado mantenía el concepto de “erradicar el comunismo” a toda costa. La Contrarrevolución encabezada por Carlos Castillo Armas, fue una época oscura; este hombre fue un gobernante llevado al poder por los intereses políticos y económicos de los Estados Unidos a mediados de 1954, tras la renuncia y exilio del entonces presidente Jacobo Árbenz.
No hay demasiada información de movimientos o corrientes literarias para aquella época, sin embargo, para el caso de Carlos Solórzano, el estridentismo que afloraba en México, nación en la que buscó refugio y le acogió hasta su muerte, parece haber sido una influencia en algunas de sus obras, así como las tradiciones de este país vecino.
Carlos Solórzano nació en Guatemala el 1 de mayo de 1922; murió en la Ciudad de México el 30 de marzo de 2011. Fue ensayista, dramaturgo y narrador. Radicó en México desde 1939. Estudió el doctorado en Letras en la UNAM y en Arte Dramático en La Sorbona de París. Fue director de teatro y profesor de arte dramático en la UNAM donde se formó; director del Teatro de la Nación del IMSS (Instituto Mexicano de Seguridad Social); titular del Seminario para Investigación de las Artes Escénicas, UNAM; corresponsal de Rendez Vous de Théatre.
Sus obras han sido traducidas al ruso, inglés y francés. Algunas de sus puestas en escena más representativas fueron: Doña Beatriz, la sin ventura (1952), El hechicero (1954), Las manos de Dios (1956), Los fantoches (mimodrama para marionetas, 1958; representó a México en el “Festival de Teatro de las Naciones” en París 1963, en Nueva York 1980 y en El “Festival de Edimburgo” 1985) y El zapato (mimodrama ventrílocuo, 1965). Goza de una hoja de vida envidable. Organizó grupos teatrales estudiantiles, con obras de Camus, Ghelderode, Ionesco, Beckett y Kafka. Además, fue colaborador de Siempre! y Revista del Centro Mexicano de Teatro. Profesor emérito de la UNAM 1985. Premio UNAM 1989, a la aportación artística de la cultura. Premio Nacional de Literatura “Miguel Ángel Asturias” 1989, Guatemala. Medalla “Roque Dalton” 1996, otorgada por el Consejo de Cooperación con la Cultura y la Ciencia de El Salvador. Premio Nacional de Dramaturgia “Juan Ruiz de Alarcón” 2009, en reconocimiento a su trayectoria como dramaturgo, crítico teatral y promotor del teatro mexicano y latinoamericano.
Las manos de Dios es probablemente uno de los grandes textos del dramaturgo, una obra con un enfoque que redefine la visión moral de lo bueno y lo malo. Solórzano, conocedor del entorno político y social de la región latinoamericana logra una amalgama entre la tradición oral y la proyección religiosa de la época para enfatizar los roles del castigo en relación a la ley humana. Su propuesta escénica tiene bien definidos los planos de movimiento de sus personajes, además contiene mayor uso de recursos teatrales que sus contemporáneos, todo un pionero en la tradición dramática de su época.
Sus personajes son un fiel reflejo del folklore latinoamericano. La óptica del autor sobre la dicotomía entre el conocimiento y la religiosidad nos plantea un uso de la razón ensombrecido a nivel sociedad. Se trata de una forma de denuncia a los ritos y tradiciones también, con un manejo de escena sumamente explícito y que enmarca a toda una formación moral que es vulnerable e influenciable. Las manos de Dios resulta ser un hito de transgresión cultural y social para aquellos años.
Esta obra de Carlos Solórzano está representada como una respuesta a la política de la época y para muchos, Solórzano es, a su vez, sinónimo de reinvención teatral en su época. Contemporáneo de Galich, pero viviendo casi toda su vida en México, es difícil reconocer su visión guatemalteca dentro de sus obras, pero por el carácter latino de sus contextos, no es tan alejado de la escena de estudio literario guatemalteco. Sus escritos mantienen mayor sencillez y brevedad que otros dramaturgos contemporáneos y esto se ha visto reflejado en la cantidad de interpretaciones anuales que siguen teniendo en escena sus múltiples obras.