Connect with us

Escribe tu consulta

QUETZALTENANGO
Diario de Los Altos

La Catorce

Lo que la FILGUA 2019 se llevó

Consientes todos de que Guatemala sigue siendo un país con tasas de analfabetismo elevadas respecto al resto de Latinoamérica, las dinámicas de mercado del libro responden a un sector pudiente y demasiado centralizado en la capital.

La XVI edición de la Feria Internacional del Libro en Guatemala (FILGUA) no fue la excepción a las dinámicas anteriores y se celebró recientemente, entre el 11 y el 21 de julio de este año, por segunda vez consecutiva en las instalaciones del Forum Majadas de la zona 11 capitalina, un punto que responde a los intereses de los sectores editoriales más industrializados y a aquellos monopolios gremiales dentro del ámbito literario guatemalteco.

Grandes editoriales acaparan el centro de atención desde el ingreso principal, como ya es costumbre. Las pequeñas librerías van quedando relegadas a espacios más pequeños muy al fondo, así como las editoriales alternativas y emergentes. Los espacios respecto al año pasado han sido notablemente reducidos, sin embargo, los costos eran aún mayores para quienes quisieran ocupar un área de venta de sus catálogos editoriales o para quienes desearan tener alguna presentación o conversatorio.

Año con año se siguen viendo diferencias en el ordenamiento físico de estos cubículos, la proximidad entre uno y otro cada vez es menor, asimismo, las formas de organización dan pauta a notorios cambios improvisados en la calendarización o a cancelación de actividades sin previo aviso.

Uno pensaría que, con esas grandes recaudaciones de dinero, la descentralización de la sede, la ampliación de los espacios, la variedad literaria y la correcta calendarización de eventos, debieran ser una cosa inminente para mejorar las gestiones de esta feria internacional del libro. No obstante, la realidad es muy contraria a los aparentes incrementos presupuestarios que se planifican con más de un semestre de anticipación.

Si bien, las actividades que se presentan en cada edición de la FILGUA buscan crear un grupo de nuevos lectores jóvenes, motivar el hábito lector y acercar la diversidad de propuestas literarias más recientes al público en general, la Gremial de Editores de Guatemala, quien rige esta organización, ha ido perdiendo el amor al arte (literario, para este caso concreto). Primero que nada, la ubicación de este recinto en el área de Majadas demuestra una carente logística de parqueos, esta falta de accesibilidad también se traslada a los peatones, es decir, quienes llegan sin vehículo tienen que cubrir largas distancias desde las rutas de bus a un lugar que carece de suficientes aceras y que no es amigable con el tráfico vehicular para ingresar. A ello se suman las pésimas formas de difusión de informar sobre la cartelera, la cual privilegia siempre a los sectores más pudientes del mercado editorial por sobre las actividades de pequeñas editoriales alternativas nacionales.

Posteriormente, se reincide en que la FILGUA es un lugar para crear nuevos lectores, pero este año han figurado menos marcas de contenido y difusión. Extrañó mucho notar ausencias de medios de comunicación, quienes en años anteriores tenían incluso cubículos dentro del recinto.

Algunos puntos positivos deben considerarse dentro del contexto en el que se forma esta fiesta literaria, es el caso de la visibilización de los pueblos originarios y sus formas originales de crear contenido literario. El invitado de este año fue Chiapas, un Estado de México que tiene mucho en común desde lo étnico e histórico con nuestro país. La pluralidad cultural estuvo muy presente a lo largo de toda la FILGUA 2019 y muchos conversatorios y presentaciones tuvieron presente este eje, empezando por el hecho de homenajear a la figura de Humberto Ak’abal, poeta oriundo de Momostenango, Totonicapán, quien recientemente falleció a inicios de año.

Hay un largo camino por recorrer para mejorar el acceso de lo literario a nuestra gente, el país es más que una reducida cantidad de personas con hobbies como la lectura. Hay que comprender el hábito lector como una necesidad que parte de la educación y desde un sano entorno cultural, el cual debe promoverse como una prioridad. Esperemos más y mejores ferias del libro, que sean capaces de gestionar con mayor eficiencia los recursos económicos y los espacios, donde la gente no solo llegue a ocupar un asiento y a comprar un libro, pues eso no es un éxito literario para una nación como la nuestra, solamente es un éxito mercadológico y que enriquece a quienes entienden a los libros como un negocio mezquino.

Escritor, editor, periodista, gestor cultural, investigador archivista, profesor de lenguaje, comunicador y tallerista. Nació en Ciudad de Guatemala en 1992. En 2011 creó su blog "Tulipanes de plástico", donde expone poemas, ensayos y cuentos de su autoría. Formó parte de las antologías «Frente al silencio -Poesía-», «Antología poética 20-30» y «Antología del Bicentenario de Centroamérica». Ha publicado los libros «Poemas de un disquete» (2017) y «Tulipanes de plástico» (2018). En la actualidad, finaliza sus estudios de la Licenciatura en Letras en la USAC; está a cargo de la editorial "Testigo Ediciones"; colabora como columnista y redactor para varios medios digitales; es profesor de enseñanza media de comunicación y lenguaje; además, dirige y trabaja en proyectos de artivismo y memoria histórica.

Advertisement