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QUETZALTENANGO
Diario de Los Altos

La Catorce

Otro Mundo (parte I)

¿Tú crees en otras realidades?

Yo era (más bien soy) una persona normal, una persona que no es muy interesante y con una vida no muy distinta a la de cualquier otra persona. La rutina es lo mismo de siempre y además de esto no creo en cosas sobrenaturales, espíritus fantasmas o cualquier otra situación que no sea lógica dentro de lo comprobable. Pensándolo bien, creo que esto es uno de los más grandes errores que he cometido. Eso de no creer me ha traído problemas.

Solía creer que todo esto de las realidades alternas, líneas del tiempo o los dichosos “multiversos” eran algo escupido de la imaginación de la persona más drogada que jamás hubiera existido. Aun a día de hoy, y después de lo vivido, me cuesta creer y me gusta pensar que todo fue efecto del sueño que tenia o quizá de las cervezas que me había tomado. Pero claro, también se me hace muy improbable que dos cervezas tengan tal efecto más para alguien que no es un neófito en el tema de la bebida. Esto me ha llevado a no creer, pero tampoco dejarlo de hacer del todo, ya que aquella experiencia pudo haber sido solo un juego de la mente o también pudo haber sucedido en realidad. Pero sé que nadie creería en algo tan tonto como lo que estoy por narrarles, pues después de todo no soy el único que no cree o más bien que cree muy poco en estas cosas.

Lo que sucedió es algo que me tiene perturbado, tampoco es algo que no me deje dormir, pero es algo que no me gustaría vivir de nuevo.

Todo esto sucedió sobre la víspera de noche buena. En mi país, esto ha pasado de mal en peor. Los elementos navideños cada vez son menos, las calles cada vez están más vacías y además cada vez hay menos comercios abiertos para estas fechas. La verdad es que en los lugares más populares y concurridos de la ciudad últimamente se encuentran silencios, al asfalto le hacen falta pisadas de la gente, los comercios se ven tristes y los comerciantes extrañan a los comensales. En fin, la ciudad es pura tristeza desde hace un par de años y estos aires navideños ya no llenan los pulmones de ese tan ansiado espíritu navideño. Asimismo, la ilusión de este tan esperado día ya contagia a muy pocos niños, ya que a ellos también afecta toda la tristeza que se vive en el país.

Este 23 de diciembre en especial en el que el extraño relato me sucedió, todo estaba apagado, los adornos de las calles no se veían alegres, más bien daban un aire escalofriante a las calles. El clima ayudaba a que el ambiente parezca más un día de muertos que una víspera de noche buena.

Mi novia y yo habíamos decidido salir a celebrar ese día, tratar de compartir un poco ya que no podíamos pasar tanto tiempo juntos y esta navidad no íbamos a poderla pasar en el mismo lugar, ya que ambos teníamos diferentes compromisos; por lo que decidimos salir el día 23 del mes 12 a comer algo y pasarla juntos como una pre-navidad. Yo vivo bastante alejado de donde vive mi novia y había bebido la noche anterior por lo que me costó mucho el despertar e ir a su casa.

Desperté ese día ya bastante tarde, eran las 10:00 am. La resaca no era mucha, no había dolor de cabeza pero si un malestar que parecía cansancio. Había prometido a mi novia llegar a las 9 am pero eso iba a ser algo imposible ya que me había despertado muy tarde y al menos de mi casa a su casa había 45 minutos de camino. Eso sin mencionar que debía bañarme para que mi novia no creyera que su novio se había convertido en un zombi maloliente a alcohol. Dispuse a bañarme lo más rápido posible, me vestí, arranqué mi carro y dispuse a tomar camino a la casa de mi novia.

Encendí el estéreo del auto y eché a andar mi playlist favorita. De pronto, pasó extraño, pues sin avisar y mientras iba de camino el cielo se puso gris, comenzó a caer una pequeña brisa fría y todo esto después de estar bastante soleado hasta que incluso parecía un día de verano. Regularmente no presto atención a esta clase de situaciones, pero este cambio repentino de clima me pareció bastante brusco. Decidí no prestarle atención, y al final estaba más preocupado por lo que mi novia diría por ir con aproximadamente dos horas de atraso.  Extrañamente, no me había sonado mi celular con una llamada de ella preguntando dónde estaba. En particular cuando ella creía que me había tardado ya bastante en llegar, me llamaba y su boca parecía un mar de fuego si se enteraba que la noche anterior había estado bebiendo, pero como cosa rara ella no había llamado aun. Aliviado, decidí no llamarla porque tenía miedo de lo que pudiera decir y que de su boca salieran esas palabras incendiarias que tanto me dolían. Propuse esperar a que llamara o llegara a su casa y tratar de contentarla con un tierno beso, porque al final esa era una de mis mejores virtudes. Cuando la besaba yo era un bombero capaz de apagar ese magma que salía de sus labios.

Al principio, cuando aún el sol era radiante esa mañana, había bastante afluencia vehicular. De hecho, era demasiada para mi gusto. Había estado atorado por más de treinta minutos en menos de un kilómetro, así que me distraje y me puse ver para otros lados. Luego, cuando miré para el frente me llevé una sorpresa. No creí de inmediato lo que miraban mis ojos. Ahora que lo pienso esto debe ser algo aún más extraño que el abrupto cambio de clima.  Es difícil de explicarlo, pero de alguna manera y al mismo tiempo que el clima se tornaba gris, también el tráfico aligeró, y los autos empezaron a avanzar y se empezaron a perder en el horizonte de la carretera, desvaneciéndose. Esto no era algo normal de ver, en especial en una calle que siempre estaba llena de autos. No estaba solo, pero apenas lograba ver pasar uno que otro auto al lado del mío, todo se hizo más silencioso a medida que el cielo gris devoraba a todo el azul. Estaba asustado. Sin embargo, traté de hacerme el loco.

Finalmente, llegue a la casa de mi novia. Luego de pasar por algunas calles bastante desoladas, baje del auto, puse primero un pie sobre el suelo y luego el otro, y al salir por completo del mismo un aire bastante fuerte y frío se abalanzó sobre mí. Este fuerte escalofrío corrió por mi espina dorsal, y sentí como todo mi cuerpo pudo percibir el frio intenso. Sintiendo miedo, corrí y entré a la casa de mi novia. Ya dentro me di cuenta que no había nadie. Incluso sus sobrinas que siempre se mantenían haciendo escándalo no estaban. Las luces estaban apagadas y en la oscuridad de la sala de estar se encontraba solamente su papá alumbrado por luz que la tv emanaba. Su perro (ese que siempre me ladraba) se encontraba echado en su cama pero esta vez no me ladró. De hecho, creo que ni siquiera se percató mi presencia.

Entré, salude a mi suegro y decidí ir directo a la cocina donde sabía que mi novia estaría preparando algo de comer. Cuando crucé la entrada, ella efectivamente se encontraba allí. Se volvió hacia mí, y yo solo quedé esperando que de su boca empezaran a salir los regaños por haberme quedado dormido y no estar puntual en su casa como se lo había prometido. No obstante, no más logré ver su rostro y para mi sorpresa ella no estaba enojada como de costumbre. Más bien lanzo una enorme sonrisa al verme y me dijo: –Mi amor, que bueno que viniste. Me había preocupado, pero no quise llamar porque sabía que aunque tarde tú vendrías y no me dejarías plantada. –Su mirada me asustó, tenía un toque de ternura como cuando yo solía darle alguna sorpresa, pero esa expresión no cuadraba con lo que mi novia solía hacer cuando yo no cumplía con el horario establecido.

Decidí no prestarle importancia y pregunté -¿Amor?… ¿Dónde está tu familia?- Ella se quedó un largo rato en silencio, pero luego me respondió siempre con una sonrisa en el rostro: –Mi hermana y sus hijas salieron a comprar algo para la cena navideña y mamá decidió acompañarlas. Solo papá decidió quedarse en casa viendo TV. Ya vendrá mi mamá. –Está bien amor-, fue lo que conteste, pero esa sonrisa en su rostro estaba asustándome un poco. –Ya estoy lista para salir, mi amor- dijo ella, y dispusimos a salir y tomar rumbo a “celebrar”.

Al salir a donde se encontraba el auto, el mismo aire que había sentido antes de entrar a su casa fue totalmente perceptible de nuevo para mí. Me causó un poco de pesadez y malestar sentirlo de nuevo, y aunado de la escalofriante experiencia del cambio brutal de clima y como los autos fueron desapareciendo, esto se me hacía cada vez más extraño.

Decidimos ir a la ciudad.  Como saben, ya había pasado por allí de camino a la casa de mi novia, y también les había mencionado lo silencioso que estaba. Pero ahora, y después de un par de horas, estaba cada vez más silencioso, y aún más frio que antes. Empecé a sentirme raro; sentía que había algo que no estaba haciendo sentirme cómodo, pero imagine que eran las consecuencias de haberme pasado de copas la noche anterior. Así que por temor a lo que diría mi novia, decidí no decir nada y solo esperar que pasara el día.

Eran cerca de las 3 de la tarde cuando decidimos ir a un restaurante de Hamburguesas que acababan de inaugurar en algún lugar popular de la ciudad. El restaurante estaba ahora en lo que parecía una casa vieja, con un diseño triangular en la parte superior y unos pilares que recordaban bastante al arte renacentista. La construcción parecía de madera con solamente unos retoques de pintura para que no pareciera tan apolillada. Además, la pintura estaba rodeada de colores apastelados, y era una combinación entre lo antiguo y lo moderno. En la entrada se encontraba un vitral que recordaba bastante al barroco, y que no tenía forma alguna. Más bien se trataba de algo abstracto y de esos a los que no se le puede dar una interpretación más allá de la que pueda darle el autor original. Era extraño ver tal derroche de arte para ser tan solo una venta de hamburguesas americanas, pero supuse que el dueño de este restaurante era un apasionado de las bellas artes y quizá decidió darle este toque a su restaurante aprovechando que anteriormente este lugar solo era una casa vieja abandonada.

Al ingresar nos encontrábamos con una chimenea que recordaba bastante a las casas de la gente burguesa de los tiempos antiguos, y en el centro de todo había un amplio patio con mesas para que los comensales pudieran comer. Este patio era cuadrado y estaba rodeado de pinturas del barroco y el gótico, y eran en su mayoría rostros que se quedaban viendo fijos hacia donde se encontraban las mesas. Ya habíamos ordenado nuestra comida y era bastante incomodo sentarse a esperar que la llevaran a tu mesa mientras esos rostros te observaban fijamente, por lo que le pregunté a mi novia si no se le hacía extraño el lugar y ella contestó: -No, amor. Me parece un lugar bastante dado al arte….- Yo me sorprendí con esa respuesta. Normalmente las pinturas como esas la incomodaban bastante, sin mencionar que mientras lo decía esa sonrisa que tenía desde hacía horas no se había quitado de su rostro ni un solo momento. Parecía como si ella fuera otra y no mi novia, e incluso llegué a cuestionarme si los cambios bruscos que había vivido con anterioridad habían influido en algo como esto. Pero era una idea muy estúpida el pensar que estaba en alguna clase de “zona desconocida” o una “realidad alterna”. No, eso solo eran estupideces que solo suceden en relatos de Stephen King o H.P Lovecraft.

[CONTINUARÁ…]

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Ciudad de Guatemala, 24 años. Recinos nació en Guatemala el 20 de diciembre de 1994. Instruido en la lectura desde pequeño y enamorado de la literatura a una corta edad, nunca se vio a sí mismo viviendo de escribir, sino como un hobby. En el diversificado encontró una aproximación a su vocación, posteriormente abortó sus primeros años de preparación universitaria estudiando ingeniería y optó por el estudio de las letras en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala, lugar donde cursa sus últimos años de la Licenciatura en Letras. Más de Abner Recinos en su página "Historias de un esquizofrénico", a través del enlace: https://historiasdeunesquizofrenico.wordpress.com/.

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