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Diario de Los Altos

La Catorce

La evolución de la lengua española [Segunda Parte]

Morfología y sintaxis de las palabras, tomado del estudio de Rafael Lapessa

El castellano es un idioma que a cada instante va evolucionando, cambiando, desarrollándose.

Veamos ahora el origen de las palabras y vocablos heredados de las diferentes culturas. Cabe destacar que muchas ciudades de la Península Ibérica tienen sus orígenes desde antes del siglo XI A.C, aproximadamente.

Una de las lenguas que se mantuvo intacta durante la conquista romana fue el vascuence. Algunos de sus vocablos se utilizan hoy en día: kipula y típula, cebolla; errota que se tradujo a rota o molino, liburu, libro; abendu, diciembre.

Hacia el siglo IX aproximadamente, la fonética de las letras del alfabeto fue modificándose, por ejemplo: la h que conocemos fue una excepción de f aspirada. La letra v, (labiodental) no se conocía hasta mediados del siglo XVI en algunas regiones de la península hispana.

Los sufijos terminados en – os – son de origen celta que persisten hoy en día. Otros sufijos prerromanos son las terminaciones – arro, – orro – urro – y el sufijo – asco – es de origen ligur, un grupo étnico que vivió en el Norte de España (frontera con Francia), ellos se hacían llamar Ambrones o provenientes del agua, se presume también que las terminaciones az, ez y oz son de origen ligur, también cabe mencionar el término ieko, que la región vasca la adoptó con la terminación iego.

Dentro del vocabulario pre romano, los historiadores dicen que algunas palabras no tienen relación con las culturas que la historia escrita comenta, se piensa que pueden ser vocablos previos a los pueblos establecidos, veamos algunos de ellos: abarca, barda, barraca, barro, charco, galápago, manteca, perro, silo, toca.

El léxico pre celta o celta corresponden a sustantivos que se designan a plantas y árboles: abedul, aliso, álamo, beleño, belesa, berro. Terrenos: barrueco, légamo y serna. Nombres zoónimos: garza, puerco y toro. Términos relacionados a los quehaceres rústicos: busto, amelga, colmena, gancho, incubar, güero. Otras palabras de origen celta: baranda, basca, berrendo, cantiga, tarugo, balsa, lanza, arroyo, conejo. Verbos como: estancar, atancar, tranzar y virar, prendas como calzón y braga.

Cuando Roma conquistó la península, los pueblos debían subsistir de alguna manera, adoptaron el latín como su lengua oficial y la incluyeron entre sus vocablos. Algunos de origen celta-romano son: cabaña, camisa, cerveza, arpende y legua; el caso de plantas, árboles y animales como alondra, salmón; y también carro, brillo y vasallo.

Una de las lenguas que más prevaleció fue el vascuence, o vasco como se le conoce. Actualmente, el vascuence ha perdido muchos de sus términos originales, pero nos quedan algunos de sus términos en distintas índoles: socarrar, pizarra, chaparro, boina, zamarra, tracción, laya, chatarra, supersticiones, aquelarre, juego, bruces.

Roma, en sus conquistas y expansión del imperio, adoptó vocablos de las ciudades conquistadas, latinizándolas. Algunas palabras que tenemos son de origen griego. Es el caso de palabras como: idea, fantasía, música, poesía, matemática, tragedia, comedia, escena, ritmo, oda, retórica, coro, palestra, atleta, escuela y pedagogo, que son vocablos que representan el refinamiento espiritual y material. Pero también adquirieron vocablos del vulgo, tales como: orégano, jibia, baño, cámara, bodega, ánfora, ampolla, jalma, cuerda, áncora, ancla, hemina, zampoña, zanfoña, cedra y cítara. También el prefijo kata que es nuestro cada, y los sufijos izar en palabras como caracterizar, categorizar, y ear como en guerrear.

Los cambios fonéticos que sufrieron las palabras formaron los sonidos que ahora conocemos. Por ejemplo, la tita griega [θ] se transformó en las letras p, t, c. en palabras como menta, tomillo, púrpura. La x que no se escuchaba en el griego, en latín pasó a ser la g y la c, con gobierno, gámbaro y camarón.

De lenguaje godo y visigodo tenemos: jabón, tejón, burgos o burgués, guerra, guardar, robar, guarnecer, yelmo, dardo, abrigo, guarecer, espuela o espolón, bota, falda, cofia, ganar, sala, arpa.

 

Flying letters concept with pen

Legados de otros pueblos que invadieron la Península Ibérica y los cambios morfológicos y sintácticos del castellano

No podemos negar que la historia de la lengua castellana es muy compleja, pero no podemos limitarnos con lo poco que sabemos, hace falta profundizar más en el tema. Veamos que más tenemos dentro de nuestra historia.

Durante la historia, la lengua española, ha sufrido muchos cambios, tantos que la comunicación se ha ido limitando, creando una crisis cultural y lingüística.

El latín vulgar-bárbaro de los godos y visigodos tuvo diferentes connotaciones y confusiones en su estructura. Abunda en grafías como fibola, tegolas, costudiat, tónica, o túnica que atestiguan la igualación de la “u” y la “o”, solo por citar un ejemplo.

La sonorización de las consonantes sordas intervocálicas que se ven en palabras como “pontificado” (pontivicatus) e iglesia (eclesiae, o eglesie). Todos estos cambios fueron surgiendo durante décadas. Las lenguas romances como el castellano, se mantenía en constante transformación.

El español que conocemos también cuenta con rasgos árabes. Los islamistas, guiados por las enseñanzas de Mahoma, encontraron en estas tierras muchas formas de presentarse. Una de ellas es conocida como la Guerra Santa. Este grupo ya había anexado a su ideología religiosa países como Siria, Persia, el Norte de África y Sicilia.

La invasión árabe y su estadía en las zonas andaluzas de España, hicieron también su trabajo en “prestar” parte de sus vocablos que se adhirieron a la ya establecida Hispania Romana, convirtiéndose en el elemento más importante luego de la romana durante el siglo XVI, legando aproximadamente más de 4 mil formas lingüísticas.

Palabras de origen árabe como alfanje, adarga, almófar, y alféreces, que llevaban los guerreros en sus expediciones anuales en contra de los cristianos. En la agricultura, nombres como acequia, aljibe, alberca, azud, noria, arcaduz, alcachofas, algarrobas, alubias, zanahorias, chirivías, berenjenas, alfalfa. Productos árabes poco conocidos en esa época como el azafrán, la caña de azúcar y algodón.

Los vocablos para denominar vivienda o comunidad, como aldea, azotea, zaguán, alcoba, almohada, alfombra, para mencionar algunas palabras de origen árabe, aunque hay más de ellas, este artículo se nos haría más largo aún. Las instituciones públicas también tienen términos árabes: alcalde, alguacil, albacea, alboroque, almojarife.

Los términos matemáticos como algoritmo, álgebra, término de vacío donde se acuñó el término “sifr” se convirtió en lo que ahora conocemos como cifra. En alquimia se hicieron estudios y aparecieron términos como alcohol, incluso términos médicos como médula espinal, nuca, entre otros términos.

Adjetivos como mezquino, baldío, añil, azul, carmesí, fulano, sutano y mengano. Otros como halagar, acicalar, balde, he, helo, hala, ojalá, para citar algunos. Es que los dialectos mozárabes también hicieron cambios en la sintaxis del idioma.

Entre otras corrientes lingüísticas que prestan sus vocablos al español están también los galos y occitanos, mejor conocidos como francos o carolingios, de estos destacan vocablos como: homenaje, mensaje, merced, benevolencia, deleite, vergel, fraile, monje, se adhirió la apócope “e” a palabras como mont, part, allend, cort, entre otros.

El español se fue expandiendo. Primero la división de las provincias, y por último su unificación, intensificándose con la aparición de los primeros textos medievales, prosas y líricas compuestas en el nuevo y estrenado idioma español, conocido como arcaico por los juglares de la época.

Hasta la fecha se mantienen vocablos galo-occitanos o francos como: ligero, doncella, ruiseñor, linaje, peste, hostal, salvaje, tacha y otras que han tenido transformaciones como sentido, locura, sabio, paraje, nobleza, canónigo, sojornar, trovar.

La literatura tuvo sus momentos también, cabe destacar que las composiciones literarias tenían que transcribirse, no solo en latín, sino también en el alfabeto hebreo y árabe, ya que en la España medieval convergieron las tres grandes religiones: judaísmo, cristianismo e islamismo; creando cada vez más variadas producciones, desde la poesía lírica hasta la prosa actual.

 

Colaboración de Claudia Figueroa Oberlín: Escritora nacida en El Salvador, hija de padres guatemaltecos. Licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad Francisco Gavidia. Es columnista y periodista cultural, artista polifacética y autora de obras como “Despertares”, “Tras las huellas del amanecer” y “La isla sagrada”, entre otros.

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