El 19 de octubre de 1899 nació el referente literario más grande de nuestro país, Miguel Ángel Asturias. Desde hace un tiempo, esta misma fecha, 19 de octubre, se ha convertido en el «Día del escritor nacional» o «Día del escritor guatemalteco»; como conmemoración del natalicio de nuestro Nobel de Literatura, claramente.
Para algunos, la vida y la obra de nuestro Nobel de Literatura están estrechamente vinculadas, para otros estudiosos de las letras, son cosas que deben estudiarse de forma independiente. Lo que sí es cierto, es que entorno a la figura del «Gran Moyas» existen muchos mitos todavía. Desde su particular forma de abordar los temas sociales y políticos, hasta sus inicios en el ejercicio de las letras. De hecho, acá les traigo uno de ellos…
Estamos acostumbrados a entender que Miguel Ángel Asturias siempre fue un genio literario dentro y fuera de Guatemala. Además, se nos hace constante mención de obras de su autoría que rozan con facilidad nuestra memoria con solo escuchar sus títulos: Leyendas de Guatemala, El señor presidente, Hombres de maíz, por mencionar algunos.
Su incursión en el género lírico es menos conocida, casi tanto como su teatro, pues al considerarlo un precursor del «Boom latinoamericano», su compendio narrativo es el que despierta mayor interés y mayores motivos de investigación o estudio. Y es el caso de Asturias dramaturgo el que nos interesa hoy, un escritor diferente y aún desconocido para muchos.
¿De qué va El loco de la aurora?
Hay un grupo de obras teatrales de la pluma de Miguel Ángel que son reconocidas con más facilidad que algunos poemarios incluso, sería el caso de Soluna o Las fantomimas. Sin embargo, existe un texto bajo el nombre de El loco de la aurora que fue escrito, según algunas fuentes cercanas al autor, previo a su primer gran texto: El problema social del indio, tesis con el que se licenció entrados los años 20.
Este texto de teatro, que fuera publicado de manera póstuma, tiene una relevancia imprescindible a nivel histórico, debido a que apareció con firma de la mano del mismo Miguel Ángel junto a la leyenda «Guatemala caída, 1917-1918», en clara referencia a los terremotos de la época. De ser así, este Asturias tendría solo 18 años al escribir El loco de la aurora. Si este fuera el caso, debería tratarse de la primera obra oficial del «Gran Moyas», un escritor muy joven y que presenta un claro ‘romanticismo tardío’, pero Asturias al final.
El loco de la aurora tiene un personaje principal que de manera literal desvaría mentalmente a mitad del desarrollo escénico, en sí, es una contextualización del amor ideal, los celos y la traición. Es una construcción escénica muy básica, que no da pauta a detalles de acotación, no obstante, explora la prosa lúdica en los diálogos entre Carlos Manuel, Juan Señor y un tal José.
Si bien, no fuera esta la mejor obra de nuestro Nobel de Literatura, corresponde indicar que este texto responde a un inexperto Asturias de menos de veinte años frente a una máquina de escribir y con sus primerizas inquietudes literarias. Al afirmar esto podemos excusar al autor de su cliché de guion de telenovela con infortunios por doquier para todos sus actores.
Opiniones encontradas
En las obras posteriores de Miguel Ángel hubo un giro de 180 grados con relación a la sencillez de esta obra, pues Asturias consagrado es todo, menos un autor sencillo. Esto ocurre porque con los años, aparecen sus bien o mal intencionadas ‘jitanjáforas’ (porque esta extraña manía de inventar palabras sigue siendo motivo de estudio crítico), sus juegos fonéticos de tipo onomatopéyico con enrevesadas tramas narrativas e, incluso, personajes retorcidos en todo sentido, como los de Mulata de tal, con un trasfondo dual entre lo místico y lo humano.
Por tanto, algunos etiquetan esta obra como un bonito experimento de inicios literarios y, otros, incluso han realizado interesantes estudios e investigaciones basados en ella. Incluso hay muchos que se animan a opinar que, por la forma de la obra, probablemente no fuera de Asturias, o que quizá fuera un encargo con el que el joven Miguel Ángel interactuara de forma parcial.
Salvando distancias y contextos, nos quedará siempre la duda de saber si nuestros más recientes escritores en la actualidad, donde muy pocos escritos han cobrado relevancia alguna, estarán formándose para ser un nuevo referente de la talla que lo fue Miguel Ángel. Esperemos que esté pasando de manera desapercibida y que existan jóvenes talentosos con un texto reservado y hermético, desde la comodidad de sus chamarras, en casa y con laptop sobre las piernas, produciendo. Confiemos en que sea así y se avecine en cualquier momento otro grato Nobel de Literatura.
*La imagen de portada de este artículo corresponde al texto extraído de la página 61 del libro compilatorio de Teatro de Miguel Ángel Asturias, realizado por Ediciones UNESCO, 2003.
**Este artículo contiene fragmentos de una nota publicada anteriormente en Revista La Fábri/k/ el 10 de diciembre de 2018, cuya redacción es autoría del periodista Rodrigo Villalobos Fajardo.