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QUETZALTENANGO
Diario de Los Altos

La Catorce

La inflación del bicentenario

Durante septiembre de este año (2021) se hizo algarabía del «bicentenario independentista» de Guatemala y dicha ocasión no pasó desapercibida para el gobierno, el cual se apoyó en el Banco de Guatemala (BANGUAT) para no dejar pasar la oportunidad de hacerse notar con los festejos. Sin embargo, este gesto tan reivindicativo, estético y honorable, desde los novedosos diseños y contexto parece haber traído más problemas de lo que parece ahora que han pasado algunos meses desde que se hizo oficial.

El Gobierno de Guatemala impulsó la iniciativa de crear un billete y una moneda conmemorativa, para enaltecer la figura de los próceres independentistas y el hecho histórico. Se escogió al billete de Q20 para ello y una edición de colección numismática en la moneda de denominación de Q1 para esta tarea. Una tarea torpe, que al día de hoy parece repercutir en la economía nacional y fortalece las ideas erróneas de emancipación de soberanía, a través de nuestros personajes históricos. Eso sin mencionar la poca cobertura y crítica que los mismos medios de comunicación tradicional han hecho para con estas decisiones, ninguno de ellos se ha cuestionado respecto a la inflación que provocaría esa inyección de billetes nuevos o adónde va lo recaudado por las monedas de plata.

Visión histórica y cultural sin congruencia

Empecemos por una pequeña revisión de nuestra historia. La razón por la que dijo el BANGUAT que se escogería el billete con denominación de Q20 para esta ocasión es evidente. Parece un antojo sencillo de prever, pues se trata del rostro de Mariano Gálvez, a quien se le presenta como «Prócer de la independencia y Jefe de Estado de Guatemala en la Federación Centroamericana», según lo apreciamos en los billetes de Q20 normales. En el reverso, los mismos billetes poseen una pintura de la «Firma del acta de la independencia de Centroamérica«.

Resulta que Mariano Gálvez fue un político liberal cuyo gobierno se dio en el marco de la efímera y extinta Federación Centroamericana. Para ampliar detalles curiosos del anverso de este billete, resulta práctico mencionar que Gálvez no figura como de uno de los firmantes del acta de independencia; muchos, a lo mejor, lo pensarían al ver su rostro y luego ver la imagen de la firma en el reverso del mismo billete, pero no fue así.

En realidad ya se hablaba de Mariano Gálvez durante aquel hecho histórico, justo como un aliado conservador (irónicamente). De prócer entonces tiene bastante poco Gálvez, tuvo más injerencia José Cecilio del Valle quien redactara aquella acta, aunque tampoco la firmara. De hecho, Mariano Gálvez se manifestó a favor de la anexión al Primer Imperio Mexicano, pero tras esto se volvió a la ideología opuesta, los liberales. Huidizo para los destierros indirectos de Manuel José Arce, Gálvez pudo mantenerse en suelo centroamericano, crítico con los conservadores a los que alguna vez perteneció.

Fue hasta 1831 que Mariano Gálvez se hizo un hueco en la presidencia por Guatemala, ganándose grandes detractores durante su mandato, como al arzobispo Ramón Casaus y Torres, a quien expulsara de tierras guatemaltecas ganándose así un fuerte repudio de la comunidad católica por esta y otras decisiones contra la Iglesia. ¿No sigue pareciendo extraña su elección para ser el rostro de un billete, sobre todo considerando que Guatemala es un país conservador y católico desde su «independencia»? Pues también a esto hay que sumar detalles de su gobierno como la autorización del matrimonio civil, la legalización del divorcio y la readecuación del sistema educativo.

Pero en 1837, con el último suspiro de la Federación Centroamericana, apareció la pandemia del cólera que tuvo un pésimo manejo por parte de Gálvez y mermó a gran parte de la población indígena del país (casi suena poético considerando el título de doctor con el que se vanagloriaba Gálvez antes de su nombre, como un personaje más contemporáneo en nuestra historia política). El clero no desaprovechó la oportunidad para desacreditar a Gálvez como uno de los causantes de la contaminación de los ríos y volcó a la población contra el liberal. Aquello devino en economía paralizada, una insurrección con políticas de tierras arrasadas contra los pueblos alzados y la inseguridad en los caminos. Eventualmente, Gálvez saldría del poder tras un pésimo manejo de la insurrección católica-campesina, así como de la pandemia del cólera, yéndose a en exilio a México tras no ser bien recibido en Quetzaltenango donde quiso encontrar refugio en primera instancia. Se cuenta que antes de fallecer recitó unas líneas del filósofo Escipión, el Africano: «Patria ingrata: no poseerás mis restos»; sin embargo, para 1920 el gobierno de Carlos Herrera gestionó la repatriación de sus restos, que se encuentran en la Antigua Escuela de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos, en la zona 1 de la Ciudad de Guatemala. Una vida y muerte llenas de ironía que le hacen trágico merecedor de que una universidad lleve su nombre y ser el rostro de nuestro billete de Q20, ahora también en formato vertical.

Mariano Gálvez.

Respecto a la figura del reverso ahondaré poco, pues a estas alturas ya no es un secreto entender que dichos personajes, en el marco de ese hecho histórico, responden únicamente a una clase privilegiada como lo eran los criollos dueños de grandes porciones de tierra, los comerciantes que ya no deseaban tributar a la Corona Española y los cuerpos clericales que deseaban afianzarse de fieles y tierra para sus propios intereses a través del adoctrinamiento católico. Esa fue la propuesta que llegara a Gabino Gaínza (militar español, por cierto) para que continuara al frente de aquel mal intento de gobierno centroamericano sin tocar sus intereses.

Se firman aquellos papeles con un desconocimiento bastante generalizado en la población de 1821 y automáticamente somos independientes, sin esperar respuesta u objeciones de nadie. La verdad es que todos los actantes de aquel día tuvieron roles bastante discretos, hasta entonces, entre la sociedad centroamericana, y hubiera seguido así aquello de no ser porque entre los intereses de esa independencia blanqueada y falaz se alzaban dos figuras conocedoras del medio periodístico, Pedro Molina (con El Editor Constitucional) y José Cecilio del Valle (con El Amigo de la Patria). ¡Bam! Ya tenemos independencia, soberanía y cuánta mentira se les meta en la cabeza por concebirnos como un pedazo de tierra con límites por definir, pero alejados del control ibérico. Nos anexamos a México, perdemos Chiapas, se forma y se cae la Federación Centroamericana, perdemos a Belice y fin, ¡somos República (o intento de algo así)!

Atanasio Tzul, una verdad contada a medias

Siempre menciono que, en la historia de Guatemala, los muertos siempre los han puesto los pueblos originarios. Son los indígenas quienes dan muestra de una verdadera lucha y resistencia. Y como pasara con Tecún Umán, a Atanasio Tzul se le debería dar mayor protagonismo respecto a sus ideales de independencia.

Atanasio Tzul fue originario del Cantón Paquí, Totonicapán, y provenía de una familia de jaboneros que habitaban el Barrio Linkah. Fue esposo de Felipa Tzoc, una líder comunitaria con quien jugaron un papel importante en la primera declaración de independencia de toda autoridad religiosa y política española. Ambos fundaron un gobierno de 29 días, transgresor para su época.

Tras un fuerte levantamiento indígena, el 12 de julio por la noche, los líderes de la revuelta reconocieron como reyes a Tzul y a su esposa, simbólicamente les impusieron las coronas de San José y Santa Cecilia. La debilidad política y militar del imperio español y los primeros intentos por una autonomía política fueron la clave para el éxito de aquel hecho histórico.​ Así, se dio paso al rechazo del tributo, la remoción del Alcalde Mayor, José Manuel Lara de Arrese y la imposición de un gobierno propio.

Ya en agosto de 1820, el líder k’iche’ sería azotado durante nueve días​ y encarcelado más tarde en Quetzaltenango, después de que el movimiento sufriera una represión a manos de alrededor de mil milicianos ladinos. El 25 de enero de 1821, él y otros dirigentes solicitaron la gracia del indulto, el cual les fue concedido el 1 de marzo de 1821, después de una manifestación de individuos totonicapenses.

Ahora resulta que, cual excelente tino, se le ha ocurrido al gobierno poner a semejante personaje para la moneda de Q1 conmemorativa que fuera acuñada en plata. La moneda tiene en su anverso la escultura realizada por Galeotti Torres de este líder indígena. Pero resulta disfuncionalmente social pensar que, aunque existe este reconocimiento a un levantamiento que data de 1820 en Totonicapán, son estas comunidades alejadas de la capital del país las que menos relevancia y visibilidad tienen para el mismo gobierno.

El levantamiento indígena que dirigiera Atanasio Tzul fue una ruptura política y social con la Corona Española, incluso antes de la firma de independencia. He ahí a los verdaderos próceres, pero como no es un personaje blanco, ha pasado y seguirá pasando bastante desapercibido. Porque así de discriminadora es nuestra historia, lo pongan en la moneda que lo pongan.

Durante la investigación que hiciera personalmente a oficinas y redes, tanto del BANGUAT como del Museo de Numismática, no recibí una respuesta clara respecto a qué harían con el dinero obtenido de la venta de dicha moneda de valor de coleccionista. Cada una costaba Q420.00 y habría una adquisición limitada a 5,000 ejemplares (más de Q2 millones). Y considerando el mal manejo de pandemia y vacunación actual, pensaría ingenuamente que aquello serviría para las comunidades más necesitadas de un sistema de salud funcional o de crear un fondo que satisfaga las necesidades de los sectores comerciales más vulnerados en los departamentos. Tal parece que no ocurrirá nada, aquella inversión de plata con la emancipadora figura de Atanasio va a ser reclamada por el mismo gobierno corrupto y nada va a pasar.

Escultura de Atanasio Tzul realizada por Galeotti Torres.

El peso real en los bolsillos del billete nuevo

En economía, uno de los temas más comunes suele ser el porqué imprimir más billetes no soluciona la pobreza de una región. A ese fenómeno de inyectar más papel moneda y desestabilizar la economía y el mercado se le conoce como inflación.

He quedado absorto del poco cuestionamiento que se le hizo al gobierno y al BANGUAT respecto a esto. En la misma investigación periodística que realicé tampoco se me dio respuesta respecto a si sacarían billetes de Q20 ordinarios para ingresar los verticales conmemorativos al bicentenario. Evidentemente, la respuesta ya la estará intuyendo usted, querido lector.

Hoy en día, hay circulando 25 millones de estos billetes nuevos, el equivalente a Q500 millones y no parece que alguien se inmute con ello. Y, en realidad, la inflación ya la hemos percibido paulatinamente, pues han subido los costos de productos de la canasta básica, el gas propano (situación que desembocó en un subsidio del gobierno -una excelente excusa para casos de corrupción probablemente-), la gasolina y vegetales de consumo diario, como el tomate, han disparado sus precios en los mercados.

En su momento, todos pudimos habernos preguntado sobre esto, pero a la fecha sigo sin encontrarme con detalles al respecto, ni de economistas ni de la sociedad civil. Así que demos las gracias al conformismo que nos caracteriza como sociedad guatemalteca por los precios que puedan asomar en este fin de año y a la sombra de la pandemia por Covid-19 que continúa rondando sobre nuestro terruño. Hagamos consciencia, seamos críticos y pidamos cuentas claras aún cuando se nos pinten bonitos y nuevos espejos como trueque a nuestros impuestos y trabajo.

Escritor, editor, periodista, gestor cultural, investigador archivista, profesor de lenguaje, comunicador y tallerista. Nació en Ciudad de Guatemala en 1992. En 2011 creó su blog "Tulipanes de plástico", donde expone poemas, ensayos y cuentos de su autoría. Formó parte de las antologías «Frente al silencio -Poesía-», «Antología poética 20-30» y «Antología del Bicentenario de Centroamérica». Ha publicado los libros «Poemas de un disquete» (2017) y «Tulipanes de plástico» (2018). En la actualidad, finaliza sus estudios de la Licenciatura en Letras en la USAC; está a cargo de la editorial "Testigo Ediciones"; colabora como columnista y redactor para varios medios digitales; es profesor de enseñanza media de comunicación y lenguaje; además, dirige y trabaja en proyectos de artivismo y memoria histórica.

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