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QUETZALTENANGO
Diario de Los Altos

La Catorce

Otro Mundo (parte II)

[…continuación]

Terminamos de comer, pero había comido con total incomodidad y con mucha dificultad había podido mirar a mi novia a los ojos mientras comíamos, ni siquiera fui capaz de verla al rostro, me concentré en el plato de comida que tenía frente a mí para no tener que voltear a verla con esa sonrisa tan perturbadora, y solamente intercambiamos un par de palabras. En todo el restaurante solamente había otra pareja, pero no hacían el menor ruido, todo estaba en silencio, solo se escuchaba la música de fondo que ponía el restaurante, la cual era música del momento y hacía un poco menos tenebrosa la estadía en aquella casa vieja, ahora convertida en restaurante.

Recuerdo que comí lo más rápido posible, solo quería escapar de aquel lugar que era bastante extraño a mi parecer. La pesadez del lugar se dejaba sentir y quería salir ya de allí. Lancé una pregunta a mi novia sin ser capaz de mirarla, debido al temor de ver esa sonrisa inhumana en su rostro.

–¿Amor nos vamos ya? -Fue lo que pregunté, pero no contesto así que tuve que voltear a verla para saber si me contestaría. Mi temor era cierto, esa sonrisa aún estaba ahí al voltear. Solo contestó:

–Sí, amor, hay un lugar que quiero que conozcamos.

Salimos de aquella casa vieja, mi novia pidió que dejara el carro en ese mismo parqueo, porque el lugar que quería mostrarme se encontraba cerca. Ella me daba miedo en ese momento, no sentía que fuera ella y ni siquiera sentía que fuera humana, por lo que decidí no debatir nada de lo que pidiera y solo seguir las indicaciones de lo que ella dijera. Tomamos camino hacia donde el lugar que ella quería mostrarme, el ambiente seguía frío, el cielo gris y  el aire soplando fuerte, caminamos un par de cuadras tomados de la mano, pero su mano estaba fría y áspera, no como de costumbre, sino más bien casi hecha un hielo. Las cuadras que caminamos parecían no tener fin y sin mencionar que no se lograba ver ningún ente vivo, más que unos pocos autos parqueados a las orillas de las calles y hojas que se desprendían de los arboles con el duro soplo del viento.

Luego de caminar, lo que yo sentí como cuatro horas, en silencio y de la mano de mi novia, la cual más me parecía un cadáver, llegamos a aquel lugar que ella quería mostrarme. Vi mi reloj y me fijé que, lo que para mí habían parecido horas, en realidad habían sido cinco minutos, empecé a preocuparme. No sabía que estaba pasando, mi percepción de la realidad estaba cambiando, yo no tenía noción del tiempo. ¿Acaso me habían drogado? ¿O la goma de la noche anterior realmente me estaba volviendo loco al punto de alucinar? No estaba seguro, pero todo esto estaba asustándome.

El lugar al que llegamos yo jamás lo había visto en la ciudad, era un edificio alto, calculando quizá era unos 22 niveles, algo inusual para las construcciones de mi ciudad donde los edificios solamente eran de 12 a 14 pisos. Era todo de vidrio y en el frente habían dos estatuas que dejaban de todo, menos tranquilidad. Estas eran dos figuras de caballos grandes, midiendo aproximadamente 6 metros y medio cada una. Eran terriblemente grandes, eran corpulentos, pero su rostro era un rostro de agonía, un rostro de sufrimiento y en sus ojos, no tenían pupila, parecían estar muertos, aunque claro, era ridículo decir algo como esto, ya que eran estatuas y obviamente no estaban vivas. Sin embargo, la representación de estos era escalofriante y lo único que transmitían era sufrimiento y dolor. Decidí no ver más las estatuas ya que todo lo que me estaba pasando era suficientemente extraño.

No quería entrar al edificio, así que le pregunté a mi novia a qué íbamos a ese lugar, ella contestó segura de sí:

–Solamente quería que conocieras, ¿por qué no entramos?

Había algo que me hizo entrar a aquel tenebroso lugar, no quería hacerlo, pero creo que ya desde hace tiempo no estoy consiente si todo esto que estaba viviendo era realidad o efecto de algún estupefaciente o la indigna resaca que llevaba puesta por haber bebido la noche anterior.

Le dije a mi novia que si mejor nos íbamos a casa. Ella contestó:

-Siempre quise que vinieras a este lugar, sé lo mucho que te gusta el arte y en este lugar hay muchas obras que pueden gustarte, demos un vistazo rápido y nos vamos. -No pude decir que no, no sé por qué, si desde lo más profundo yo solo quería decir que no. Había algo arrastrándome a aquel extraño edificio en contra de mi voluntad, obligándome a decir que sí, aunque yo no quisiera estar ahí.

Entramos en el lugar, era muy grande y al ingresar lo primero en verse era un gran patio que dejaba al descubierto su enorme techo, al ver hacia arriba se veían la infinidad de pisos y también el enorme y basto cielo, que sin darme cuenta, ya se había estrellado y oscurecido por la pesada noche que había dejado caer su manto. Caminamos más al centro y las paredes de la planta baja se dejaron ver, eran todas blancas, aunque con unas pinturas algo peculiares también. Se trataba de animales en puntos de descomposición, con los ojos llenos de gusanos, cortes y heridas en sus cuerpos. También sus lenguas de fuera. Podían verse cabras, ciervos, caballos y cerdos pintados de esta manera grotesca, pero en el fondo de todo podían verse unas enormes alas de mariposa que contrastaban con el color de la sangre que emanaba de los animales. Esta escena era muy perturbadora y lo peor fue cuando mi novia dijo: «La sangre que ves de los animales fue colocada con sangre real». El estómago me dio vuelta en ese momento y no pude soportarlo más, quería salir corriendo de allí y fue cuando mi novia con una mirada calmada, pero aterradora dijo:

-¿Nos vamos ya?

Yo solamente asentí con la cabeza, no podía decir ni una sola palabra por más que lo quisiera.

–Solo acompáñame al baño y nos vamos -dijo ella. Sentí un gran alivio al escuchar eso, me apresuré a llevarla al baño, aunque no sabía ni dónde estaba ubicado, sin embargo, al parecer, ella sí. Ya no quise tomar su mano, ya que no me sentía cómodo. Quizá todo esto que estaba pasándome era efecto secundario de la noche que pasé bebiendo y me juré no volver a tener otra noche de esas, como se jura en vano cuando la situación pinta males inmediatos.

Me llevó directo frente a un ascensor, yo la seguí sin más. Presionó el botón con la flecha que indicaba subir y esperamos por un momento en silencio, entramos en el helado ascensor y ella marcó el tercer piso. La espera mientras se cerraba la puerta y subía el ascensor fue de miedo, todo en silencio, ninguno hablaba y solamente me atrevía a verme los pies, al llegar al tercer piso se escuchó el sonido del elevador que indicaba que habíamos llegado. Salimos del ascensor en un pasillo enorme donde se encontraban, de extremo a extremo, un pasillo que parecía interminable con una larga fila de puertas de ascensores. Y al fondo de todo, un enorme espejo, justo a mano izquierda del espejo estaba un pasillo que daba a los baños. Caminamos y viendo fijamente al espejo me di cuenta que la sonrisa tan perturbadora de mi novia, ya no solo era eso, sino además de todo, tenía unas enormes ojeras y estaba muy despeinada, no recuerdo haberla visto así nunca antes.

Llegamos al fondo de todo y solamente me dijo que esperara allí, que saldría rápido y que nos iríamos. Esas palabras fueron de gran aliento para mí, al fin podría ir a dejarla a casa y luego ir a la mía para así dormir y olvidar todas estas cosas raras que habían sucedido.

Me quedé viendo fijamente al espejo y empecé a hacer caras mientras mitigaba la espera, pero de pronto algo me perturbó mucho más, mi reflejo no estaba siguiendo mis movimientos, fue como si no fuera un espejo, sino un vidrio y que del otro lado se encontraba alguien exactamente igual a mí. Escuché un pequeño susurro salir de su boca y un ligero movimiento de sus labios que dijo: «¡Corre!»… Yo instintivamente volteé a mi espalda con mucho susto tras ver que mi reflejo estaba advirtiéndome algo y mi sorpresa fue ver a mi novia con el rostro desfigurado y un cuchillo en la mano tratando de encajarlo en dirección a mi pecho.

La tomé como pude por las muñecas, sin saber exactamente qué hacer, no tenía noción de lo que estaba pasando, solamente quería escapar de aquel lugar. Empuje a este horrible ser, el cual ahora estaba seguro de que no se trataba de mi novia, corrí lo más rápido que pude en aquel pasillo interminable, presioné todos los botones que pude de los ascensores de aquel pasillo sin tener ninguna respuesta. Corrí lo más rápido que pude mientras a mis espaldas tenía a lo que ahora era un humanoide, el cual se abalanzaba en cuatro patas queriendo devorarme con seguridad. Estaba perdiendo cualquier esperanza de sobrevivir, no encontraba salida alguna de aquel pasillo y estaba a punto de rendirme y dejar que fuera lo que tuviera que ser. En eso estaba cuando en ese preciso instante, logré ver al final del pasillo una pequeña puerta donde creía que solo podía pasar alguien en cuclillas, así que me dispuse a pasar por allí, pero esa horrible creatura logró tomarme por un tobillo y hacerme un profundo corte en el mismo con sus garras (o acaso sus colmillos, qué importaba). Como pude pateé su cabeza y logré escapar. De alguna manera, luego de pasar por este pequeño y estrecho pasadizo, alcancé a salir a otra habitación que no logro recordar bien, era un cuarto pequeño y solamente tenía una puerta. Las paredes allí estaban pintadas de blanco y no había ningún otro color en las mismas, solamente un enorme espejo en una de las paredes el cual me daba pavor voltear a ver.

Escuché de nuevo como alguien golpeaba desde el cristal del espejo y con temor alcé mi mirada al mismo, era mi reflejo de nuevo. No lograba escuchar nada, pero parecía que estaba tratando de hablar conmigo, vi que señaló a la puerta que estaba al final de la habitación y dijo que entrara por allí. Dudoso, me encaminé a aquella puerta y al abrirla habían unas escaleras, que no estoy seguro si estaban en dirección hacia abajo o hacia arriba, pero si recuerdo que este pasillo de escalones estaba muy oscuro. Volteé a ver a mi reflejo de nuevo en aquel espejo, por algún motivo me causaba mucha confianza lo que él me indicaba a través de señas, después de todo, era yo mismo. Me dijo con señas que subiera la escalera (o bajara), caminé por aquel pasillo y al final había otra puerta, yo solamente quería llegar a la salida de aquel horrible y laberíntico lugar. Al salir por aquella puerta me encontré con un cuarto bastante oscuro donde escuché muchas risas y pisadas, pero también se escuchaban gritos desgarradores, no estaba seguro de poder soportar esto, así que cerré mis ojos y caminé a ciegas por el cuarto. Sentí en mi piel el toque de muchas manos frías y otras muy calientes, cada toque me asustaba cada vez, no obstante, no pude parar de caminar hasta llegar al otro extremo donde se encontraba algo similar a otra puerta (por su textura), la abrí instintivamente y salí lo más pronto que pude de ese lugar.

Llegué a otro cuarto donde solamente se podían escuchar mis pasos, era enorme y en el centro encontraba una daga enorme clavada en el suelo. No me percate, sino algunos pasos después, que al fondo se encontraba un enorme espejo otra vez y de nuevo mi reflejo me señalaba que tomara la daga y lo que entendí a sus señas fue que fuera valiente. Este cuarto no tenía ninguna puerta más estaba encerrado, ni se veía la puerta por la que entré, escuché después ruidos en el techo y al ver estaba esta creatura de cuatro patas sobre él, viéndome fijamente, acechando acaso, con lo que ahora parecían ser ojos de serpiente.

Se lanzó exactamente sobre mi cabeza, di un paso para evitar que cayera directamente sobre mí, así que alcancé a correr por esta habitación, pero no tenía donde esconderme. Al levantarse del suelo se abalanzó sobre mí, me agaché y no sabía qué hacer. A medias reaccioné y traté de hacer todo lo posible por controlar mi miedo, pero la confusión por todo lo que había pasado me tenía básicamente en shock. Ya no sabía ni pensaba sobre si estaba soñando o si de verdad todo esto estaba pasando, pues de estar soñando podría dejar que esta cosa me hiciera daño, de igual manera, solo sería un sueño. Pero si no lo fuera, el morir allí me representaría una muerte segura y, de eso sí que estaba seguro yo, no quiero estar muerto aún. Un rugido horrible me sacó de mis pensamientos y vi que esa cosa estaba ya arriba de mí de nuevo, tenía la daga en la mano y como pude le lance un corte directo a una de sus extremidades delanteras, el monstruo chilló de dolor y es que, al parecer, el material del que estaba hecho la daga tenía la fuerza para hacerle daño a lo que fuera esa cosa. Tras sentir el dolor se levantó y se alejó un poco de mí, pero fue únicamente para tomar impulso y tratar de embestirme, antes de que tuviera oportunidad de abalanzarse contra mí, le lance la daga dando justo en uno de sus ojos. El engendro lanzó un alarido que resonó en toda la habitación, se acercó a mí con tal velocidad que no me fue posible distinguir más cómo se acercaba a mí, solamente sentí un golpe terrible. La cosa esa había logrado acertarme un golpe, enviándome directo a el espejo que estaba en una de las paredes.

La daga seguía clavada en su ojo y era la única salvación que tenía en contra de esta bestia, por lo que me decidí a enfrentarla, aún incrédulo de todo. Total, yo no sabía dónde estaba ni cómo salir de este extraño lugar o mundo, que se asomaba en mucho al mío, no obstante, estaba seguro de que hacía mucho esto había empezado a ser ajeno a mi entorno, así que si no me armaba de valor para destruir lo que fuera aquello, de igual manera nunca hallaría respuestas.

Decidí levantarme del suelo y pelear, no me quedaba más que esperanza, pero de pronto sentí un leve toque en mi hombro, volteé sobre mi hombro con un poco de miedo al no saber que sería lo que encontraría. Era mi reflejo, por un momento me invadió la incertidumbre y no supe qué hacer, no sabía si este reflejo realmente era bueno o no. De pronto, sentí como tiró de mí, como si quisiera meterme a aquel espejo mientras él salía de allí. Al parecer estaba deseoso de tomar mi lugar en aquella pelea, de la cual no tenía idea de por qué debía siquiera saber o librarla. Me pareció entender que era mi reflejo el que debía estar en la pelea, terminó de salir del espejo con mi ayuda, mientras yo intentaba empujarme ya para entrar, a lo lejos alcanzaba, casi inaudible, a oír mi voz agradeciendo.

Abrí los ojos, tras un parpadeo intenso, estaba parado frente al espejo del baño de la casa de mi novia, estaba asustado, escuché entonces que tocaron la puerta.

-¿Cariño, estás bien? -Lavé mi cara con mucha agua, y salí del baño, la vi, estaba ahí afuera de nuevo, radiante como yo la conocía, de nuevo la calle estaba soleada y ya se podía escuchar en bullicio de la gente alborotada, de seguro porque al día siguiente sería Nochebuena.

Sigo sin entender que fue lo que ocurrió y sigo pensando en que, quizás, todo fue un sueño, pero fuese lo que fuese, no quiero volver a ese extraño lugar.

FIN.

Written By

Ciudad de Guatemala, 24 años. Recinos nació en Guatemala el 20 de diciembre de 1994. Instruido en la lectura desde pequeño y enamorado de la literatura a una corta edad, nunca se vio a sí mismo viviendo de escribir, sino como un hobby. En el diversificado encontró una aproximación a su vocación, posteriormente abortó sus primeros años de preparación universitaria estudiando ingeniería y optó por el estudio de las letras en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala, lugar donde cursa sus últimos años de la Licenciatura en Letras. Más de Abner Recinos en su página "Historias de un esquizofrénico", a través del enlace: https://historiasdeunesquizofrenico.wordpress.com/.

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