Escribo desde los seis o siete. Desde el primer Lecturas de Hoy (libro obligatorio de primaria) que tuve en mis manos, hasta probablemente los veinticinco hice pura basura.
Intenté ser poetisa. Con el tiempo entendí que soy tan poeta como la mayoría de ustedes astrofísicos nucleares. Y está bien. Dejé algunos poemas en mi blog, solo para recordarme que siempre se puede estar peor. También quise pintar… y ser matemática y abogada, y rescatadora de perros y psicóloga. Deserté (fracasé) en casi todo, excepto las letras. De hacerlas y sentirlas, aunque, ahora que lo pienso, otro día les cuento por qué leer ha sido de lo peor que me ha pasado, emocionalmente hablando.
Pero volviendo a la escritura, encontrar a lo que pertenezco está siendo fabuloso. Jugar a ser Dios es bastante lo mío. Estar a un enter de un fin o un nudo o a un backspace de un hola es… magia. Escribiendo, más que con cualquier otra cosa, me siento como pez en el agua y me alegra mucho no sentir que me ahogo en esto.
Sin embargo, casi nada es miel sobre hojuelas. Primero, porque antes nadie me creía cuando decía que escribo (cosa que sigue pasando, pero a menor escala). Luego, pues soy cuentista… Y lo primero que la gente cree es que quiero hacer una refundición de los hermanos Grimm o que aspiro a ser la versión guatemalteca de CriCri.
Eso me recuerda que por eso quería ser poeta, para ser seria. Después, y tal vez lo más importante, es que escribir es un trabajo de tiempo completo que me hace dudar de si sirvo o no cada vez que lo intento, porque siempre me faltan horas y siempre siento que pude haber podado más por aquí, o regado por allá para que mi jardín de palabras creciera más bonito.
Y pesar de que es más probable que lo que hago sea un fracaso, que se me mueran mis flores y que me sigan pensando como una Tatiana literaria si bien me va, trato. Siempre trato. A lo mejor es que uno no puede huir de lo que es. En una de mis películas favoritas, Todo sobre mi madre, dicen que una es más auténtica cuanto más se parece a lo que soñó de sí misma. Y aquí estoy… empezando esta columna y deseando que funcione. Aquí me parezco más a mí. Ya veremos qué trae, pero por lo pronto, me mantiene a flote.