No necesitamos intelectuales, su tiempo ya se agotó, adiós a Einstein, Hawking, Da Vinci, Newton o referentes teatrales como Stanislavski o William Shakespeare. Ya lo decía Vargas Llosa, ahora solamente necesitamos la pose y el escándalo.
Qué importan los libros de texto, si para eso ya tenemos a los YouTubers o influencers, que se encargan de crear un libro basado en sus experiencias y para colmo, ser los próximos best seller sin siquiera haber publicado el libro. Y no estoy hablando de “Ariann, el poder de una canción” o “Diario de una muser”, en esos profundos temas prefiero no meterme.
Qué importa estudiar cinco años una licenciatura de música, si ahora, es más importante el ritmo de “es mía, tuya, tómala y te la presto”. Desprestigiando así, hasta lo más mínimo, la dignidad de una mujer. El colmo de esto es que ellas, o al menos muchas, recitan las canciones cual poema de Coelho, orgullosas de que alguien se las dedicó.
¿Realmente se necesitará talento para escribir canciones de Reggaetón? Siempre he tenido esa duda. No es que menosprecie el trabajo ni de los escritores ni de los cantantes, pero ¿se necesita talento? Dónde quedaron los cantantes como Frank Sinatra, Elvis Presley, Los Beattles o pensando en los más cercanos a nuestro idioma, Paco Pérez, José Luis Perales o Armando Manzanero, autores de letras que exaltaban la belleza e invitaban a enamorarse una y otra vez ¿Dónde quedaron?
Y del teatro, ni hablar, ya es un tema cerrado, porque ¿Quién quiere ver teatro de contenido? Y me refiero a esas obras en dónde los artistas trabajaban por meses para llevar la puesta en escena y tenían que demostrar su rango, su técnica y su avasalladora gallardía, para sostener un personaje que realmente requería el compromiso de sus sentimientos o su fuerza.
Para qué queremos eso si ahora tenemos productos enlatados con los que, en dos meses si mucho, ya están en escena, bailando, cantando y “actuando”. Así que, lo que más queda es demostrar la capacidad de improvisación que el diletante pueda tener, porque para interpretar el papel, falta mucho.
¿Es culpa del artista o es del público? Desde mi perspectiva es culpa de ambos, unos por aceptar productos mediocres y el otro por hacerlos. Ambos bandos deben ser más exigentes. Y, muchas veces no es culpa ni siquiera de ambos, es a lo que se les ha acorralado porque el gobierno, más que apoyar a sus compatriotas e incentivar cualquier rama artística, lo que hace es impulsar sociedades de gestión, que obstaculizan el quehacer de los artistas. Estoy de acuerdo en que se deben pagar los derechos, pero como dice un refrán “todos somos hijos o todos somos entenados”. No deberían de haber “favores” por ser familiares, amigos o peor aún, porque es mi grupo el que fundó la sociedad.
Necesitamos apoyo y confianza. Editoriales que publiquen a sus connacionales, siendo honestos con la calidad de los textos y no dejándose llevar por el nombre del autor, parentesco o afinidad. Teatros y centros culturales que confíen en las propuestas de artistas emergentes y profesionales que quieren hacer teatro de calidad, de contenido. Y sobre todo, se necesita de usted, el público, ese asistente que puede pagar Q4,000 por ver a Marron 5, Maluma o Daddy Yankee, porque es quien puede pagar Q100 o Q150 para un espectáculo teatral o un libro que lo vale. Conste, dije pagar, no pedir descuento ni cortesía.
Edúquese. Cultura general podemos tener todos, no necesitamos ser eruditos, vaya a un concierto, haga un equilibrio, una obra de teatro, una exposición, leer un libro o ir un recital de poesía, puede hacer la diferencia.