El miércoles 8 de enero inició el ciclo escolar 2020, cuando la tradición era el 15 de enero; la idea es llegar a 193 días de clases efectivas, para superar los 180 días, que era la meta anterior, y en 2019 el Presidente Morales y el Ministro López alardearon de gran logro y uno de los «avances» de la casi finalizada y desastrosa gestión de Jimmy Morales.
La realidad pura y dura es que la gestión de Morales deja retrocesos graves en educación, tales como la disminución de la cobertura en primaria del 93% al 75%, los edificios escolares deteriorados e insuficientes, y niños que estudian en galeras, y es tanto el cinismo de las autoridades que han dicho a los medios que esos infantes tienen «interacción» con quienes pasan cerca y contacto con la naturaleza para su educación ambiental.
También es pésima la proveeduría de material didáctico a los profesores, la refacción escolar (la que no llega a todos los niños y es insuficiente para sus requerimientos nutricionales), entrega tardía de útiles y textos escolares, y el colmo en uniformes y enseres deportivos, que en 2019 fueron entregados en octubre, una semana antes de finalizar las clases.
Las situaciones combinadas de mal nutrición infantil y las malas condiciones en la educación pública generan a largo plazo, resultados nefastos y perjudiciales a la sociedad, pues los jóvenes egresan pésimos en matemática y lenguaje, sin hábilidades suficientes para el trabajo o emprendimiento, con baja estatura (no es que los guatemaltecos seamos chaparros o tontos por naturaleza, sino es la mala alimentación y peor educación).
Es evidente que no basta con alargar el ciclo escolar para mejorar la educación; es menester que los tres organismos del Estado cumplan con su deber de garantizar el derecho humano a la educación de calidad, y nutrición adecuada a cada niño y niña, así como dotar de edificios apropiados, y material didáctico al profesorado.
Mejoremos la educación para no condenar a las futuras generaciones a la ignorancia y pobreza.