“Si no puedes volar, corre. Si no puedes correr, camina. Si no puedes caminar, gatea. Pero hagas lo que hagas, siempre sigue hacia adelante”. Martin Luther King Jr.
La Patria quedó sola, triste, con la mirada puesta en el vacío, viendo atentamente su partida, cada paso de él, desaparecía lentamente en el ocaso de la nueva realidad. Devastada, llorando una ausencia más, reflexionando lo que fue después de ese día, caminando contra corriente, debilitando imposibilidades, detallando estrategias para poder sobrevivir. Se han deshecho las fronteras, se partieron en pedazos. Y salió con sus apuntes y bocetos en las manos y al hombro una maleta repleta de sueños inconclusos. Con pasos firmes no dejaba de pensar lo que significaba salir de su país en busca también de un respiro de libertad.
Cruzó la frontera sur, y el camino desde ese mismo día se tornó pedregoso y cuesta arriba, sentía que el cielo le quedaba más cerca y era angustiante, a lo lejos divisaba la cumbre de las montañas de otro país que ni siquiera conocía, le parecía difícil llegar a ellas, por eso no estaba dispuesto a permitirse añoranzas para entrar al atrio de los anhelos de infancia que siempre soñó. Caminar por lo desconocido le parecía una odisea, una tragedia amenazante, era ir quitando con las manos un tumulto de oscuridad que le impedía avanzar.
Nació el 26 de junio de 1990 en Rancho Grande, Matagalpa, Nicaragua. Su Patria grande se hacía un cúmulo de orquídeas aromáticas en el corazón, le daba tranquilidad tan solo imaginar respirar su recuerdo. Demasiado joven para salir y dejarlo todo, porque en aquellas notas breves en los cuadernos del colegio estaba escrito y se juró no dejar su Nación nunca como lo han hecho miles de sus compatriotas, pero no fue así, le tocó a él esta vez. Es uno más de ese ejército silencioso que se han ido no porque quieren, sino porque le obligan.
Y empezó a vivir de improvisados recuerdos, de agudas nostalgias, del esporádico mal de patria, de una tristeza floreciente en el corazón, de hacer lo que nunca hizo, de escalofríos y miedos en el alma y en el camino también. De pronto en las avenidas capitalinas, miradas ofensivas le sorprendieron murmullos inesperados, hasta hacerle llorar algunas veces. Las ganas de seguir lo que se había dicho hacer, en teoría, eran más fuertes que cualquier desánimo en contra. Fue construyendo el camino que soñó con el pincel de la voluntad a veces desquebrajada y otras veces a salvo.
El tiempo fue pasando y el fruto de los sueños traídos de su patria, los que parecían imposibles de verlos tan brillantes como el retorno de la luz de la aurora cada mañana, se fueron materializando poco a poco, con el ahínco del amor, pasión, autodisciplina, entrega, constancia y total perseverancia. Eso le hacía feliz a él, a la patria y a su familia, daba en esfuerzo más allá de sus fuerzas, de la voluntad que la juventud promete. No tuvo limitante, solo querer y hacer, el resultado ha sido notorio, aunque no haya sido fácil desplegarse por los caminos trazados.
Y aquel joven, conocido literariamente como El Chico Poeta, de estatura baja, pelo laceo, piel morena y de ojos penetrantes, al que le hicieron todo tipo de burlas en la escuela por dar a conocer sus sueños, aquel que se crió bajo el cuido de su amada abuela materna, porque sus progenitores en virtud de apreciarlo lo que hicieron fue ignorarlo, aquel joven que llamaban loco todos los días, actualmente es uno de los columnistas más relevante de su generación en el mundo hispanohablante, su trabajo literario y periodístico constantemente es publicado en periódicos y revistas prestigiosas digitales e impresas de América Latina, España y Estados Unidos.
Su historia es la historia de todos; jóvenes, mujeres y adultos que emigran por una oportunidad de vida, para estar mejor. Es la historia de una patria que sigue buscando su libertad y el retorno de su gente que está fuera de las fronteras. Es la historia de los que han sido obligados y rechazados por no estar de acuerdo con el sistema imperante, son los inmigrantes que se resisten a permanecer en otro cielo y, sin embargo, allí están aunque no sea el hogar elegido. Él es Carlos el soñador, Javier el cosechador de éxitos y Jarquín su apellido que hoy es sinónimo de referencia, por su humanismo y muestra incondicional de solidaridad, con artistas, escritores y poetas de distintos países del mundo.
Comparto este vídeo donde Carlos, lee un poema de su autoría:
Un verso y una flor de Carlos Javier Jarquín.
Una colaboración de: Fabio Mendoza Obando
Sobre el autor de este artículo: Fabio Mendoza Obando es escritor, periodista, locutor, poeta y columnista internacional nicaragüense residente en Costa Rica. Su pasión por la lectura y escritura despertó desde muy joven. Escribe, poesía, relatos, crónicas y artículos de opinión, en su obra literaria siempre aborda temas variados, actuales e interesantes. Parte de su trabajo literario ha sido publicado en distintos medios nacionales e internacionales digitales e impresos. Es autor de algunos libros de poesía y narrativa inéditos.