El pasado domingo, Guatemala se vio sacudida por un temblor de magnitud 6.7, dejando a su paso la sensación de que las fuerzas geológicas subyacentes estaban en movimiento. Este evento sísmico, que ocurrió en la región de Puerto Madero, México, fue caracterizado por un acomodamiento de placas, especialmente en la convergencia de las placas Norteamérica, del Caribe y del Pacífico.
Según explicaciones de especialistas, el temblor fue relativamente largo, lo que indica una liberación significativa de energía y acomodamiento de las placas tectónicas. Aunque la magnitud del evento lo hizo sentirse en la Ciudad de Guatemala, su epicentro se encontraba a una profundidad de tan solo siete kilómetros, lo que lo convierte en un fenómeno más superficial que otros temblores registrados en la región.
Este evento sísmico, si bien no es inusual para Guatemala, fue un poco más fuerte que la media histórica registrada en el país. En el transcurso del día, se esperaba que se reportaran daños en varios departamentos, especialmente en áreas donde las construcciones son más vulnerables. Se anticipaban fracturas en carreteras, deslizamientos de tierra y daños en viviendas debido al movimiento telúrico.
Los expertos también destacaron que Guatemala ha experimentado terremotos de mayor magnitud en el pasado, aunque algunos de ellos podrían no haber sido registrados con precisión debido a limitaciones tecnológicas anteriores. Sin embargo, eventos sísmicos de magnitudes superiores a 3 son considerados sensibles y pueden causar impactos significativos, especialmente en áreas cercanas al epicentro.
Aunque el temblor del domingo pasado generó preocupación, los especialistas enfatizan que este tipo de eventos son parte de la realidad geológica de Guatemala, un país ubicado en una región sísmicamente activa. La comprensión de estos fenómenos y la preparación adecuada son fundamentales para mitigar los riesgos y proteger a la población en caso de futuros eventos sísmicos.
