El 2 de diciembre de 1993 es una jornada que muchos recuerdan en Colombia. Ese día, Pablo Escobar fue abatido en un tejado del barrio Los Olivos de Medellín, después de un año y medio como fugitivo. Más de tres décadas después, la huella del capo del narcotráfico sigue presente en la ciudad que convirtió en la más peligrosa del mundo de su época —ahora no aparece en la lista de las 50 primeras— y también en un país que continúa lejos de acabar con el narcotráfico.
No hay más que ir a los lugares turísticos para comprobarlo de primera mano. En la Candelaria de Bogotá, las intrincadas calles de la histórica Cartagena o incluso de camino al desierto de La Guajira, los souvenirs con la imagen del capo del narcotráfico inundan desde improvisados tenderetes hasta las mayores tiendas para turistas.
En su Medellín natal es imposible no percatarse de ello. A pesar de los recientes esfuerzos por acabar con los lugares de culto a Escobar, continúan desarrollándose “narcotours” por la Comuna 13, los turistas frecuentan algunos de los lugares por donde pasó el narco que han sobrevivido a las demoliciones decretadas por la alcaldía y muchos compran flores para llevárselas a la tumba en el cementerio local.
Ahora una iniciativa legislativa en el Congreso quiere acabar con la comercialización de souvenirs de Escobar y de otros narcos conocidos.
La impulsa el representante Cristian Avendaño, de la Alianza Verde (centro) con el objetivo de pasar página y acabar, al menos de puertas para adentro, con el estigma que persigue al país. “Colombia ha sido identificada en el exterior con una época de violencia y destrucción y me parece lamentable que aún se exalten a estos personajes como héroes”, criticó el congresista. “Queremos construir una nueva marca país que celebre lo positivo y que reemplace la glorificación de los delincuentes”, reclamó.
La propuesta es sencilla. Habrá, si es aprobada, multas de hasta 170 euros, al cambio en pesos colombianos, para aquellos comerciantes que vendan productos que representen a Escobar y a otros criminales convictos. Las multas no serán solo para quienes distribuyan los productos. También habrá sanciones para quienes utilicen camisetas, gorras o llaveros con la imagen de los narcotraficantes.
“Es como hizo Alemania con Adolf Hitler”, comenta a El Confidencial el influencer de viajes colombiano Christian Byfield, haciendo un paralelismo con las leyes que prohíben la difusión de productos relacionados con el dictador en el país europeo. Byfield ha viajado desde hace casi 20 años por todo el mundo y ha sufrido en innumerables ocasiones el estigma de ser colombiano en el extranjero.
“Cuando decía que soy de Colombia siempre me decían lo mismo. Escobar, cocaína, guerrilla, secuestros. Para uno el estereotipo que tenemos es muy complicado porque supone que nuestra percepción afuera en el mundo tiene un contexto negativo, entonces que en mi propia Colombia se esté vendiendo mercancía de un tema que ha afectado tanto a los colombianos es supercomplicado”, lamenta.
Un paso ¿pedagógico?
La propuesta de ley se ha topado con la oposición de parte de los comerciantes del ámbito turístico. Muchos aseguran que comercian con esos objetos porque son los mismos turistas quienes los piden insistentemente.
Por eso hay quienes reclaman un trabajo de concienciación para el extranjero. “Que los turistas vengan a Colombia es ya en sí un paso pedagógico”, asegura el influencer Byfield. Hay quien llega al país sudamericano con una idea en la cabeza y cuando aterriza se da cuenta de que existe otro país. “Pero después se sigue ofreciendo el tour de Escobar. Hay gente que va y le pone flores en el cementerio, porque la gente solo ve Netflix y no tiene contexto del sufrimiento que causó esa persona, la cantidad de gente que mató y el impacto que ha tenido no solo por nuestro estereotipo sino por el que causó en el pasado”.
Gonzalo Hernán Rojas Castro salió de su casa el 17 de noviembre de 1989 para no volver. Ese día subió a un vuelo de Avianca que explotó en el aire por una bomba colocada por el Cartel de Medellín de Escobar. Hasta 107 personas perecieron en el atentado. Su hijo, Gonzalo Rojas, tenía entonces diez años. Hoy preside la Fundación Colombia con Memoria, formada por víctimas de Escobar, que reclaman precisamente ser recordadas.
“Uno tuvo que padecer la violencia de Escobar y ahora ve que a través de los años se olvidan las víctimas, los hechos victimizantes y, por el contrario, se exalta su figura, su estilo de vida, su imagen. Eso termina siendo muy doloroso porque, en cierta forma, revictimiza a las personas que lo vivimos”, confía Rojas.
“Y ya no es solo merchandising”, puntualiza. “Ha trascendido y va más allá de vender objetos. Va en torno a formar una cultura de apología del delito. Se crean museos. Se sacan novelas y películas. Cosas que realmente, además, cuentan muy mal la historia de lo que fue realmente Pablo Escobar. Es muy doloroso que hoy recordemos al victimario y no a las víctimas”.
En Colombia, lejos de hacerse pedagogía, se sigue exaltando la narcocultura en los principales canales de televisión. Algunos creen incluso que el reciente éxito de las telenovelas turcas en el país sudamericano, de corte clásico, persona pobre que se enamora de persona rica, se debe a que buena parte de las series locales tienen ahora guiones que relacionan a los protagonistas con la mafia.
“En la medida que podamos combatir la apología al delito, la imagen de capo poderoso, podemos cambiar los imaginarios y los mismos temas de violencia que se viven en este país”, comenta Rojas. “Es supremamente necesario que cuando llegue el turista y esté buscando esos servicios como el tour de Pablo Escobar, se le pueda orientar e indicarles que hay cosas más atractivas. Que no pierdan el tiempo en visitar un museo que cuente una muy mala historia. Ese es el esfuerzo que se tiene que hacer, el de la pedagogía”, reclama.
Cree, además, que es algo que compete a muchos actores y no debe circunscribirse solo al comercio. “Por mucho tiempo guardamos silencio las víctimas, en cierta manera, de no poder contar esa historia sobre Escobar, de resaltar estos casos de violencia, de tantas muertes. Es culpa de la Justicia porque nunca ha avanzado en ninguno de los casos en donde Escobar fue responsable. No hay una historia clara que contar. Es responsabilidad de los medios porque, desde luego, ellos comercializan y es lo que venden y es de lo que viven. Es responsabilidad de quienes patrocinan ese tipo de iniciativas como la novela, las películas, la producción de ese material. Es responsabilidad de quien compra ese material y de los Estados, y de Colombia, que nunca se preocupó por reconstruir la memoria histórica de este país”.
Sin embargo, no está tan de acuerdo en el cómo y no cree que prohibir sea la solución. “Nosotros nos enfocamos en que tenemos que transformar la visión. Reconstruir la historia de Escobar y la ola de dolor que dejó. Darle magnitud a los crímenes y honrar la memoria de las víctimas y además no entendemos cómo se podría prohibir, porque si se va a poner a la alcaldía y a la fuerza pública a decomisar camisetas y llaveros eso termina siendo un desastre para la institucionalidad y no va a generar mayor efecto”.
Sí apoyaría un proyecto de ley que favoreciese campañas de combate a la apología del delito. No es tampoco un problema exclusivo de Colombia. También en México hay un extenso mercado de souvenirs relacionado con el narcotráfico y una cultura alrededor de los criminales que se ha convertido en atractiva para varias generaciones.