La situación actual de Guatemala es compleja, y mi lectura del panorama político difiere de lo que muchos llaman “inacción” por parte del gobierno de turno. Para entenderlo, hay que considerar dos aspectos fundamentales. Primero, hay que aceptar que el país ya estaba colapsado antes de la llegada de este gobierno.
No importa si fue Bernardo Arévalo o cualquier otro quien asumiera el poder; tarde o temprano, el golpe de realidad llegaría, y la administración tendría que enfrentar un país dejado en ruinas, hecho trapos. Los problemas que vivimos hoy son la herencia de décadas de corrupción, malas decisiones y abandono institucional. Segundo, este gobierno se enfrenta a una situación inédita: no hubo un verdadero traspaso de mando.
Lo que debería haber sido un proceso de transición natural se vio obstaculizado por el mismo sistema corrupto que operaba desde las sombras. Los que han perdido poder no están dispuestos a dejarlo ir tan fácilmente. Es por esto que vemos a figuras como la fiscal Consuelo Porras y Rafael Curruchiche, entre otros personajes, acechando cada movimiento del nuevo gobierno, esperando el mínimo error para devorar lo poco que queda de institucionalidad. No es inacción; es una estrategia lenta y calculada, porque la amenaza de un golpe contra la democracia no ha desaparecido.
Mientras tanto, el pueblo, que durante mucho tiempo no se atrevió a soñar, se enfrenta a la realidad de que diez meses no bastan para resolver los problemas de un país que lleva décadas desmoronándose. Las expectativas eran altas, quizá demasiado, y ahora hay desilusión. Sin embargo, hay que ser conscientes de que la reconstrucción será un proceso largo y doloroso. La historia será la que finalmente juzgue si este gobierno cumple con su promesa de honradez y de hacer las cosas bien.
Por ahora, queda esperar y, tal vez, ajustar nuestras expectativas a la complejidad de la situación. El tiempo dirá si mi lectura de los hechos fue equivocada, pero lo que es innegable es que el camino hacia un futuro mejor será arduo y lento.
COLABORACIÓN: MARIA ISABEL RODRIGUEZ